Tatuaje, ancla en un mar de sentimientos líquidos

Por Silvia Ons

Sobre la erótica de los tatuajes, la psicoanalista Silvia Ons señala que en tiempos donde nada parece perdurar gobierna la demanda de reinventarse cada día dejando atrás antiguas marcas, en tiempos caracterizados como ávidos de novedades, el tatuaje apunta a algo no perecedero. Tanto aquellos sujetos fluctuantes en su vida amorosa, los que por una razón o por otra parecen mutar a lo largo de la vida, como los que padecen en el mundo las consecuencias de un andar sin brújula, son los que más apelan al tatuaje para que algo se fije y no se borre.

El sociólogo Zygmunt Bauman, remarca Ons, explora la extrema fragilidad de los vínculos humanos en la sociedad actual, en la cual la gente tiene una gran avidez por estrechar lazos, pero al mismo tiempo desconfía de una relación duradera por el compromiso que implica: se ve opresión en ellos y los vínculos durables despiertan la sospecha de una dependencia paralizante. Si bien la descripción que hace Bauman es correcta, la cultura del tatuaje nos muestra la necesidad de anclaje de los sujetos que están más adaptados al mundo líquido.

Además, si bien la desacralización de la existencia junto con la creencia en el progreso parecen dominar tanto el siglo anterior como el que vivimos, también conviven el retorno al paganismo y las creencias en los símbolos de antaño.

Psicosis Ordinaria

«Voy a intentar organizar este desorden en el sentimiento de la vida en relación con un a triple externalidad: una externalidad social, una externalidad corporal y una externalidad subjetiva». En estos tres registros deben localizarse indicios.

Una externalidad social, referente a la relación con la realidad social en la psicosis ordinaria, la pregunta es la siguiente: ¿ cuál es la identificación del sujeto con una función social, con una profesión, con su lugar al sol, tal como se dice en ingles? El más claro indicio se encuentra en la relación negativa que el sujeto tiene con su identificación social.

Cuando hay que admitir que el sujeto es incapaz de conquistar su lugar al sol, asumir su función social. Cuando se observa un desamparo misterioso, una impotencia en la relación con esta función. Cuando el sujeto no se ajusta, no en el sentido de rebelión histérica o de la manera autónoma del obsesivo, sino cuando existe una especie de foso que constituye de forma misteriosa una barrera invisible. cuando se observa lo que yo llamo una desconexión, una desunión.

De este modo se observa a veces a sujetos que van de una desconexión social a otra -se desconectan del mundo de los negocios, se desconectan de la familia, etc. Es un recorrido frecuente entre los esquizofrénicos. »

 

J-A. Miller «Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria» freudiana n° 58 pag 17 y 18.

Batman Asciende y Salta

Por Mario Goldenberg

En la Rosa Púrpura del Cairo, film de 1985, Woody Allen pone en juego la magia de la pantalla en el cine. Es una película situada en los años treinta, época de la Gran Depresión, donde el cine tenía la función de hacer soñar. Mia Farrow encarna a la mísera protagonista que encuentra en el cine una ficción lujosa y romántica. Los personajes salen de la pantalla al mundo y la protagonista también ingresa al mundo ideal de la película, que contrasta con su amarga existencia.

Así como en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll en 1871, hay un pasaje de lo real a lo virtual, el encuentro con «otra realidad».

El reciente episodio en el cine Century, en Aurora, ciudad del estado de Colorado, plantea un interrogante mayor que definir a James Holmes, el acusado del hecho, como un trastornado o perturbado mental.

Los tranquilos espectadores del estreno de Batman: el caballero de la noche asciende se encontraron con una horrorosa escena, algo había atravesado la pantalla y la violencia pasó del film a la platea, con la consecuencia de numerosos muertos y heridos. El joven Holmes, estudiante de neurociencias, pudo preparar su puesta en acto, comprando las armas legalmente y miles de municiones a través de Internet. ¿Se trata de un hecho excepcional o algo que viene sucediendo en serie en Estados Unidos y en el mundo?

El director del film, Christopher Nolan, declaró: «Las películas son una de las grandes formas de arte, y compartir la experiencia de ver una historia desarrollarse en pantalla es un pasatiempo importante y alegre. El cine es mi hogar, y el imaginar que alguien pudiera violar ese lugar inocente y esperanzador de una manera tan insoportablemente violenta es devastador.» El cine no sólo es un pasatiempo alegre, inocente y esperanzador.

El discurso actual del entretenimiento tiene sus consecuencias. Tom Hardy, el actor que interpreta a Bane, definió al archivillano como «un bruto, sádico sin compasión, un terrorista mental y una horrible obra de arte.» La masacre de Colorado demuestra que no es sólo la obra de un loco, sino que está insertado en un discurso que tiene sus daños colaterales.

La pregunta por el sentido del acto del Guasón Holmes no tiene respuesta, no importa si hay algún delirio para justificar su crimen, en definitiva, es parte del Entertainment (entretenimiento).

La lógica que se juega en el mercado sobrepasa lo límites de las pantallas, entre lo real y lo virtual, y también los límites éticos.

El video de torturas contra dos jóvenes en Salta, durante septiembre de 2011 y que recientemente fue subido a Internet, sigue el mismo discurso, el delito se produce como espectáculo.

La tortura que en otra época formaba parte del horror oculto, imposible de ver, ahora se ha banalizado al punto que alguien, con su teléfono móvil, puede filmarlo y luego subirlo a Internet, como las imágenes de las torturas de la cárcel de Abu Ghraib en Irak.

El personaje de Leopoldo, interpretado de modo espléndido por Roberto Begnini en la reciente obra de Woody Allen, De Roma con amor, muestra cómo la operación mediática hace de una insignificante existencia la realización de una fugaz fama, puede ser cualquiera, pero en algunos sujetos donde sus lazos con los otros están perturbados, el discurso mediático le permite inscribir, aunque con un acto horroroso, su existencia.

El autor es psicoanalista. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis (AMP).

A merced de la contingencia

A merced de la contingencia

Por Jacques-Alain Miller

El ejercicio de Miller, apoyado en el de Lacan, que a su vez toma elementos en Freud, es el de  construir armazones para explicar, rodear la inconsistencia humana. Lo real aparece como categoría lógica en un modelo que toma distancia de lo propiamente «psi», realidad o «neuro». En cierta manera, está más cercano a lo «bio», por el tema de la vida. Pero la cosa no termina acá, porque la causa lejos de ubicarse como necesidad está en la contingencia ¿necesaria contingencia? Un escrito que vale para ser leído.

Sobre las huellas de un real que sería propio del inconsciente, Lacan procede por la vía de la identificación. Las fórmulas de la sexuación son efectivamente las fórmulas de la identificación sexual primordial. Y si hay dos identificaciones sexuales primordiales, es en la medida en que no hay relación sexual. Identificación sexual viene al lugar de relación sexual, en tanto que no la hay.

La relación sexual está aquí en el lugar de la falla marcada con la sigla: $

Lacan ha construido esta relación sexual de tal manera que sería imposible escribirla. ¿Cuál es el camino que lo ha conducido a caracterizarla de ese modo? Digamos que se inscribe en la perspectiva de extraer lo real a partir del lenguaje. Al considerar la función de la palabra y el campo del lenguaje propios del psicoanálisis ¿en qué medida hay allí un real?

Esta perspectiva ha conducido a Lacan a privilegiar la disciplina de la lógica matemática, y más precisamente las demostraciones de imposibilidad. Por la lógica matemática, existe la producción de una necesidad propia al discurso. Para Lacan, es entonces posible hacer de la lógica un arte de producir una necesidad de discurso, pero esta necesidad es correlativa del tropiezo sobre los imposibles, susceptibles desde ese momento de asignar lo real.

La tentativa de Lacan se inscribe entonces, en la perspectiva del pasaje de lo simbólico a lo real. Señalemos que este pasaje en la lógica matemática, no corresponde a la medida, a la cantidad y al número. Es de un orden absolutamente diferente. Si Lacan le otorga una tal importancia a la topología, es en la medida en que se trata de una geometría desprovista de medida, y en tanto tal, ella demuestra que se puede hacer ciencia en un espacio que no es métrico.

Cuando Lacan apeló como recurso a la lógica, le fue necesario justificar detenidamente el recurso a la escritura, que es otro modo del lenguaje que el de la palabra. Dio una vuelta por el japonés y el chino, para introducir en el campo del lenguaje una función que no era la de la palabra, precisamente porque lo real susceptible de ser liberado por la lógica matemática, es un real emparejado con la escritura y no con la palabra.

Este privilegio acordado a lo real que surge del lenguaje vía la escritura, es fuerte, a tal punto que Lacan podía decir por ejemplo, que lo biológico no es real especie de cuchillada con respecto a las pretensiones de las ciencias de la vida psíquica fundadas sobre lo neurobiológico.

Hay allí un uso del término real, que le permite decir que lo biológico no es real, a saber, como lo dice en el
Seminario 19 que aparecerá próximamente-, que no es más que «el fruto de la ciencia que se llama biología». Lo real es otra cosa, a saber, lo que está en relación con la función de la significancia, con el campo del lenguaje.

Es en esta vena que Lacan ha comenzado –cito su palabra- a escribir como en matemática la función que se constituye por el hecho de que existe el goce sexual. El forzamiento inicial de Lacan para introducir la función de la escritura en el campo del lenguaje, es la escritura del goce sexual bajo la sigla gran Phi, que vale como función de una variable marcada pequeña x: Fx. Por cierto, va a utilizar los medios existentes en la lógica, tales como los cuantificadores, como el para todo x: «x, y el existe un x: $x.

Los transformará invirtiéndolos, del lado mujer, escribiendo A y E en su texto «El atolondradicho». Pero el forzamiento esencial es el de hacer pasar el goce sexual a la escritura: Sin duda hay allí una relación con la biología, pero no con la neurobiología. La relación se establece con el «bio» de biología, dicho de otra manera, lo que concierne a la vida y no supuestamente la cognición.

El ser hablante tiene que ver con la biología, en la medida en que está en relación con aquello que lo soporta como viviente. Lacan no ha retomado el término freudiano de libido, al cual, en algunas partes, se lo puede hacer equivaler al de goce. Lo que aísla con el término de goce, es algo que no es del orden de esta actividad armoniosa que llamaríamos actividad psíquica.

Si Lacan aisló la palabra goce, es porque este término es en sí mismo el índice de un disfuncionamiento absoluto. El goce del que habla, es él mismo una relación perturbada del ser hablante con su propio cuerpo. Lacan hace pasar este goce como goce sexual a lo escrito, en el sentido en que el sujeto tiene relación más bien con este goce que con el partenaire. En la ocasión, lo podemos calificar de sexual, pero es en la medida en que hace más bien barrera a la relación que habría entre los sexos.

Como lo expresa Lacan: La relación es con gran Phi más bien que con el partenaire. Por ello el goce sexual es marcado siempre con comillas, como para hacer entender que no hay goce que esté especificado por el binarismo sexual. Esto quiere decir que no hay actividad de goce. El goce se lo conoce en el psicoanálisis, bajo las especies del sujeto barrado: $. Es decir que se lo conoce bajo la forma de la falla, del tropiezo, del fracaso. S barrado, S se inscribe desde ese momento en el lugar del símbolo J del goce, que Lacan jamás escribió –sólo una vez en el Seminario 20- pero del que me he servido a veces en este curso. La S viene al lugar de lo que sería el goce de la actividad de goce.

No conocemos la actividad de goce más que bajo la forma de lo que está fallado y de lo que precisamente está oculto. Reencontramos allí, en este final de la enseñanza de Lacan, el valor dado al sentido. Lo que trabaja la última enseñanza de Lacan, y abre sobre su ultimísima enseñanza, es la relación de este goce intrínsecamente disfuncional con el sentido.

El «no hay relación sexual» de Lacan es correlativo del «hay sentido sexual». Hay sentido sexual, pero es porque en ninguna parte la relación sexual se inscribe que el sexo se demuestra por el hecho del sentido. Es así que el cifrado inconsciente es en sí mismo ejercicio comprobado de goce.

El No hay relación sexual es correlativo del sentido sexual, pero con esto de que la no-relación es también correlativa del encuentro. Podemos esquematizarlo así, si me puedo permitir representar la no relación sexual con el cuantificador que Lacan utiliza en sus fórmulas de la sexuación:

Si Lacan pone en evidencia y valoriza el término encuentro en la relación amorosa, es en la medida exacta en que en ninguna parte hay relación sexual. La oposición reside aquí entonces entre la relación que sería necesaria, y que no existe en tanto tal, y el encuentro que es contingente.

Sobre estos términos reposa la idea de Lacan de conceder al psicoanálisis un real que le sería propio. Es un real del cual puede decir que es a la vez el de la no-relación y el de la modalidad del encuentro, es decir de la contingencia.

Estamos aquí en lo opuesto al determinismo físico, el de todos los cálculos de la física matemática, del cual la
neuropsiquiatría para expresarme como Lacan en su texto «Acerca de la causalidad psíquica»- no es más que el retoño.

Lo real que Lacan ha cernido para el psicoanálisis se refiere a la contingencia. Su ultimísima enseñanza se refiere a este nivel de lo real contingente. Allí está sin duda, el motor que en su enseñanza hace derrumbar todas las categorías establecidas. Ninguna fundación resiste a este ácido de la contingencia, consecuencia de la no- relación sexual y al mismo tiempo vía de conocimiento, vía de saber de la no relación sexual.

Es justamente por que sólo constatamos contingencia en la relación entre los sexos, que podemos inferir que no hay necesidad de establecerla. Nada no cesa de escribirse entre los sexos, y es por ello que estamos consagrados al régimen del encuentro.

Explotando esta contingencia, la muy última enseñanza de Lacan le dice adiós al Ideal científico y se despoja de los medios mismos por los cuales había estado cernido, en vistas de un nuevo comienzo. Por otra parte, esto no es sin evocar el decir de Lacan sobre el desarrollo de la matemática que, según él, «no procede de generalizaciones sino de transformaciones topológicas, es decir de una retroacción sobre el comienzo, tal que borra la historia»[1].

Es sobre este asunto que Lacan nos ha dejado, sobre una retroacción que ha ido hasta borrar en larga medida la historia del psicoanálisis. Nos dejó sobre la necesidad de hacer con la contingencia de lo real, es decir también, con la invención y la reinvención, sin ningún fatalismo.

Y es por lo cual, a pesar del peso presente de la cantidad, la medida y el número, todo esto queda a merced de la contingencia. Está en nosotros saber aprovecharla.

Cambio de Oficina

Invitamos a todos nuestros pacientes a visitar nuestra nueva oficina, ubicada en Augusto Legia Sur 79, Oficina 306, Esquina Napoleón, Metro El Golf. Disponemos de un nuevo punto de encuentro, con un mejor acceso, para hacer su estadia en nuestra consulta mucho más agradable.

 

 

 

 

 

 

Amores tóxicos

Por: Joaquín Carrasco

 

Desde el psicoanálisis sabemos que una relación de amor se forma a partir de una falta, de un vacío. Esto quiere decir que si una persona se muestra completa, sin ninguna necesidad, no puede alojar a otra persona, ya que no tiene nada para ofrecerle. Por el contrario, cuando a la otra persona le falta algo (independiente de lo que sea) alguien puede encontrar ahí un lugar.

Si bien el amor puede ser fuente de bienestar y placer, muchas veces puede llegar a producir sufrimiento. Esto lo vemos en la clínica, en que muchas personas consultan por no poder formar una pareja, por infidelidad, celos, dependencia, entre otros. De esta forma, las relaciones amorosas pueden ser o llegar a ser causa de malestar

Frente al amor, el psicoanálisis nos da una buena y una mala noticia. La mala es que no existe la media naranja. Hay que ser claros: no existe la pareja perfecta.  Toda relación es sintomática, en el sentido de que responde a una carencia propia y del otro. La pareja cumple una función, que suele ser inconsciente. Por eso es que podemos detectar que, teniendo parejas en apariencia distintas, se suele presentar un mismo patrón. Es lo que Freud denominó como las condiciones de amor que cada persona tiene. La buena noticia es que nos podemos liberar de la falsa esperanza de encontrar el amor perfecto, y así aceptar que mantener una relación implica un trabajo, independiente del tiempo que dure. Como consecuencia, sabemos que existen distintos modos de hacer pareja.

Dentro de esta diversidad podemos encontrar parejas que, unidas en algún momento por el amor, se vuelven tormentosas, tóxicas. Esto se puede expresar de muchas formas. Lo que tienen en común es un debilitamiento del lazo amoroso y un aumento de lo que en psicoanálisis denominamos como goce, una satisfacción que va más allá del placer y que produce sufrimiento en las personas. Se trata de algo que, de no encontrar freno, puede llevar a una ruptura de los lazos o a una eternización del vínculo tormentoso, acompañado de un exceso de sufrimiento.

Es importante mencionar que en la actualidad el mundo apunta hacia un goce ilimitado, una satisfacción inmediata que muchas veces prescinde de un otro. Es decir, estamos frente a una época en que la satisfacción autoerótica (con uno mismo) dificulta la conformación de una pareja, ya que esto implica una renuncia en algunos planos. Por ejemplo, ceder frente a ciertas exigencias, o negociar para mantener una buena convivencia.

La noción de amores tóxicos toma como referente la adicción y da cuenta de las relaciones que son nocivas. Tal como si fuera con una droga, la pareja se constituye como una adicción, lo cual va acompañado de malestar subjetivo. Podemos considerar las siguientes situaciones como ejemplos de estos modos de hacer pareja:

1.- Relaciones de dependencia absoluta: relaciones en que alguna de las personas (o ambas) depende completamente del otro para vivir. Es decir, se ve una pérdida de toda autonomía, una especie de esclavización en que toda decisión pasa por el otro.

2.- Constante hostigamiento / celos patológicos: se vive la relación bajo permanente amenaza, lo que lleva a comportamientos de agresión continuos. Puede ir desde la trasgresión de la privacidad hasta hostigamiento y persecución.

3.- Violencia: ya sea física o psicológica. Se puede pensar como un límite en que la pareja se transforma en objeto de maltrato.

Estos son sólo algunos ejemplos, ya que este tipo de relación se puede presentar de muchas formas. Lo importante es detectar cuando se está en una relación que se vive como adicción, es decir, cuando toda la energía se centra hacia la pareja, pasando a segundo plano las otras esferas de la vida como el trabajo, la familia, los amigos, entre otros. Si se está en esta situación, perder a la pareja puede llegar a ser terrible para el sujeto, ya que su existencia se basa en gran medida en ésta. En esos casos conviene consultar con un psicoanalista para despejar lo que lleva a cada quien a la repetición de dicho sufrimiento.