La Escritura en las Psicosis

“… bajo el nombre de estilo,

se forma un lenguaje autárquico

que se hunde en la mitología personal

y secreta del autor.” Roland Barthes

 

Desde los inicios de la humanidad y durante milenios, la escritura representó una manera de conocer al hombre y la posibilidad de conectarse con otros, creando un lazo social que permite la transmisión de afectos, de pensamientos, de conocimientos, etc. La escritura implica un enmarañado de valores estéticos, lingüísticos, sociales, metafísicos; es al mismo tiempo un modo de comunicación y una forma de expresión, un ejercicio significante de enunciación en el cual el sujeto se ubica de manera particular.

La escritura es el nexo entre la concepción individual del mundo y el mundo. “…históricamente es una actividad articulada sobre una postulación doble: por una parte, es un objeto estrictamente mercantil, un instrumento de poder y de discriminación, una expresión de la más cruda realidad social; y por la otra, un medio de goce, ligado a las pulsiones más profundas del cuerpo y a las manifestaciones más sutiles y más afortunadas del arte”[1].

Hay en la escritura un interjuego entre lo subjetivo y lo social. La escritura es la relación entre la creación personal y la sociedad. Relación de coherencia en tanto la escritura puede desarrollarse respetando y engañando a la vez las convenciones sociales. Tomando nuevamente a Roland Barthes, “son los niveles de cultura, y por ende las distinciones sociales, los que se evidencian por la escritura, no del individuo sino del grupo al cual cada uno pertenece”[2].

La escritura es la expresión de una identidad, representada con la firma y con las distintas formas de escrituras existentes (primitivas, vulgares, refinadas, etc.), y evidencia el estilo inseparable del individuo. El estilo nace del cuerpo y de la historia personal del escritor. No es la consecuencia de una elección, sino lo que se despliega como fuera de toda conciencia, de toda responsabilidad del autor.

“Una escritura no tiene necesidad de ser legible para ser una escritura con pleno derecho. Para entender el texto es suficiente descubrir el corte vertiginoso que permite a quien escribe constituirse, estructurarse y manifestarse sin el apoyo de un significado”. Por medio de la escritura hay una inscripción del sujeto, un compromiso, destinado a superar el tiempo, el olvido, el error, la mentira.

La escritura introduce algo del orden del deseo en la comunicación, porque está implicado el cuerpo mismo. Es decir, que en las experiencias de la “inscripción” pura es el cuerpo el que está comprometido, a veces obligado, a veces gratificado. Se trata de dividir, de rayar, de triturar una materia plana, ya sea papel, cuero, tableta de arcilla, muro. Más allá del sentido, la esencia de la escritura se relaciona con la producción misma, el agrietamiento.

La escritura-lectura se expande al infinito, compromete a todo el hombre, su cuerpo y su historia.

Ya en Freud se puede encontrar el valor de la escritura como expresión del deseo del sujeto, en tanto refiere que los deslices de la misma ponen de manifiesto a aquellos impulsos que deben ser relegados, escondidos a la conciencia, o que directamente provienen de las mismas mociones de deseo y complejos reprimidos. Por intermedio de los deslices en la escritura, según Freud, el hombre deja traslucir sus más íntimos secretos. Estaríamos hablando así de los deslices como formación del inconsciente.

Pero por otro lado, podríamos tomar los deslices como lo que se desliza en el texto sin el consentimiento del autor: su estilo, marca registrada de su singularidad, su modo particular de goce, de aprehensión de lo real. En el discurrir de las palabras algo del deseo se pone en juego, y en la impronta personal, en el estilo del autor, el goce. Articulación entre el deseo y el goce que la escritura misma permite soslayar.

Hay en la escritura, como acto íntimo de emergencia del sujeto, la insistencia de un saber que se reproduce más allá de la voluntad del autor: su verdad. Es sobre esta vía en donde se propone la construcción de un discurso singular sobre la experiencia del deseo humano, en tanto sujeto implicado en sus palabras. Es una apuesta al valor de la palabra en el relato del sujeto y en el relato del texto (el ser hablante se revela sujeto al significante en las diversas producciones escriturarias), en el entrecruzamiento entre la palabra propia y la palabra en su dimensión de marca, de escritura. Relato del autor que posibilita circunscribir, en el acto mismo de la escritura, algo del orden de lo inefable.

 

Taller de Escritura con sujetos psicóticos

Apostamos a la propuesta de escribir con pacientes psicóticos, en tanto algo de esta escritura haga marca. Marca que constituye al sujeto mismo, en tanto representación de sí mismo, que lo nombra “el analista sociológico”, “el comentarista literario”, “el deportista”, etc. Nombre que funciona como sostén y suplencia de la falta del nombre principal, que es el Nombre del Padre.

Es necesario, como dice C. Soler[3], “marcar la frontera entre […] el psicótico mártir del inconsciente […] y el psicótico eventualmente trabajador”. Es decir que es fundamental poner a trabajar la psicosis mediante la construcción de un objeto, escrito en este caso, que identifique a su autor y lo nombre. “Así como el neurótico habla de sus fantasmas, el psicótico trabaja lo real[4]. En el Taller de Escritura cada sujeto encuentra la posibilidad de “trabajar lo real” a través de la construcción de un escrito. Escrito que llega a sostener toda una serie de imágenes que se asocian con el sujeto productor y que dan una consistencia imaginaria en donde falla lo simbólico.

De esta forma es visible que el objetivo del taller no es ocupar los ratos libres, ni el buen pasar del paciente, repitiendo entonces el lugar de objetos al cual se trata de mantener entretenido, sino crear formas propias de funcionamiento, ocupando distintas posiciones o roles en el grupo y permitir para aquellos pacientes con carencias en la socialización un estímulo positivo en función de un reconocimiento posible. No es nuestra función corregir los escritos, ni enseñar a escribir mejor, sino permitir que el “estilo” del paciente se plasme y permita la creación de un sujeto.

Estilo que apresa al goce, acotando la proliferación de los fenómenos elementales, y que posibilita la emergencia de lo propiamente singular.

La apuesta, entonces, es que el sujeto produzca “algo propio”, y así, “se” produzca, en la construcción de un “nombre” que, además, favorezca un lazo social (con la comunidad, la familia y/o lo laboral). El sujeto intenta simbolizar su propio lenguaje a través de la escritura.

 

En el Taller de Escritura de la institución a la que pertenezco se intenta que el sujeto-participante se encuentre con un tema de interés particular, que lo convoque a escribir; el que podrá referirse a vivencias propias, a investigaciones realizadas, a la historia del país, al deporte, a la literatura, etc. Pero siempre reflejará la posición subjetiva de su autor (por la forma, el contenido o por la reacción frente a lo escrito).

Esta escritura queda plasmada en una Revista Anual, la cual circula por la comunidad a partir de la Feria Artesanal en donde se presenta. Y de esta forma, se intenta reconstruir el lazo social dañado.

Leticia S. Pérez

(Texto publicado en el sitio ElSigma.com)

 

Bibliografía consultada

* Colette Soler. El inconciente a cielo abierto de la psicosis. JVE ediciones

* Colette Soler. Estudios sobre las psicosis. Editorial Manantial

* Jacques Lacan. Seminario 9 “La identificación”. Clase 6 del 20 de Diciembre de 1961.

* Riccardo Campa. La escritura y la etimología del mundo. Con un ensayo de Roland Barthes. Editorial Sudamericana

* Sigmund Freud. Obras Completas. Cinco conferencias sobre psicoanálisis. Tomo XI. Amorrortu editores

* Varios autores. Los Bordes en la Clínica. JVE ediciones

 

Notas

[1] Roland Barthes. “Variaciones sobre la escritura” en La escritura y la etimología del mundo. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1989. Pág. 12

[2] Idem. Pág. 24

[3] C. Soler. El trabajo de la psicosis en Estudios sobre las psicosis. Edit Manantial, Pág. 16

[4] Ernesto Pérez. Los cuatro discursos y Hospital de Día en Los Bordes en la Clínica. JVE ediciones. Pág. 132

Lo creativo al rescate de la subjetividad

“El hombre es el artesano de sus soportes”

Lacan (Seminario VII)

      En la actualidad vemos en la clínica adolescentes que plantean dificultades en los tratamientos, ya que se presentan como resistentes a ser tratables o abordables por la palabra. A veces se diagnostican como psicosis, a veces como neurosis graves, otras como perversión, o está la salida borderline, patologías del narcisismo o patologías del acto.

Son sujetos que, al no poder alcanzar la carrera de consumo-desecho-consumo-desecho que nuestra sociedad contemporánea les ofrece, quedan identificados a lo descartable, a lo que en psicoanálisis nombramos como objeto “a”. El efecto final de estas patologías que producen estrago de la subjetividad es la segregación. Se trata de patologías donde se produce la exclusión del Otro, en tanto Otro social. Y en ese sentido se emparientan con las psicosis, donde el sujeto tiene que arreglárselas con el retorno de lo real y realizar alguna ortopedia de la función fallida.

Podemos decir que el sujeto ha llegado al punto de visualizar que el Otro está barrado y es inconsistente, entonces no lo acepta; y no sólo eso, no lo acepta y a veces lo ataca, quedando así por fuera del lazo social.

Una posible forma de trabajo individual para estos jóvenes (cuya edad puede ir desde los 12 o 13 años hasta los 30-35 años), está orientada a organizar talleres unipersonales donde cada paciente encuentre “un” lugar. El taller es así el marco creativo donde cada uno tiene su oportunidad de construir algunas marcas que le permitan re-constituirse como sujetos. No se trata de trabajar en el sentido de un entretenimiento, sino de enganchar el interés de cada sujeto y desarrollarlo a través de la inscripción de lo que no está. Es un espacio donde a través de lo creativo en sus diferentes manifestaciones artísticas (escritura, dibujo, música, etc.) el sujeto se encuentra con algo de su singularidad.

Los sujetos puestos a trabajar producen objetos que los representan, y en este camino se producen marcas que sostienen al sujeto[1]; es decir, se intenta constituir un sujeto sintomatizado, que tiene problemas con esa producción. Porque con ella ha fijado goce y se ha unificado como sujeto.

Se ofrecen posibilidades de trabajo con los más variados elementos (trazo, pintura, música, audiovisuales, movimiento u objeto) hasta captar cómo algo del paciente se engancha en “eso” (momento inaugural de apertura subjetiva), dejándolo hacer hasta entender qué hace, y en ese momento le devuelve en el mismo registro una respuesta. Se trata de crear las condiciones para que la palabra dada y la palabra escuchada tengan todo su valor.

Depende de qué alojamiento se dé al paciente, y en qué Otro del significante, para el planteamiento de un tema futuro que podría ser la posibilidad de inicio de un tratamiento por la palabra o la internación. La cadena significante que ofrece Susana es distinta, apunta a la reinserción social y no a la psiquiatrización. El taller provee los significantes de la alienación social (entendiendo a la misma como proceso necesario para la constitución subjetiva)[2], pero al mismo tiempo toma en cuenta la singularidad del sujeto que está en juego. ¿Cómo? desde el inicio, pensando de qué manera cada paciente desarrollará “algo propio”.

 

Leticia S. Pérez

 

[1] Tomando como referencia al Seminario VII de Lacan, sobre la sublimación

[2] Seminario XI, sobre procesos de alienación-separación

¿Que nos ofrece el psicoanálisis hoy?, parte 1

Ps. Carolina Vignoli

La salvación por los Desechos (Puntuación del texto de J-A Miller)

Es un texto de Miller que toma una cita de Paul Valéry. Es con esta fórmula, la salvación por los desechos, que él define el surrealismo, la vía escogida por el surrealismo; La vía, en el sentido de camino. Es también el modo de hacer, de colocarse, de deslizarse en el mundo que es el discurso.

Pero es aún más acertado decirlo de Freud. Él prometió la salvación por la vía de los desechos. El descubrimiento freudiano, que fue el de los desechos de la vida psíquica, esos desechos de lo mental que son el sueño, el lapsus, el acto fallido y más allá, el síntoma. El descubrimiento también de que, de tomarlos en serio, y si les presta atención, el sujeto tiene la oportunidad de lograr su salvación. (Miller)

El término ;salvación -que tiene resonancias religiosas- sirve para indicar que no se trata sólo de una cuestión de salud, de curación, sino que a través del síntoma se puede elucidar una verdad, un saber y una satisfacción. Lo cual no puede ser reducido meramente a una curación y a la restauración de una supuesta normalidad (Gorostiza Leonardo). Lo cual nos diferencia del ímpetu de curar que tienen las disciplinas de la salud mental; o la pura psicología.

La salvación por los desechos se opone a la salvación por los ideales;. Y en este sentido, cabría oponer la chifladura de cada uno al ideal de la salud para todos;.

Esa es la vía que Freud abrió más allá de los ideales de curación.

Salud Mental y desigualdad social: materiales para una discusión, parte 3

¿Sabéis cual es la diferencia entre los ricos y los pobres? Los pobres venden droga para comprarse unas Nike mientras que los ricos venden Nikes para comprar droga. Los políticos ya no controlan nada; es la economía la que gobierna.

El marketing es una perversión de la democracia: es la orquesta la que manda sobre el director. Son los sondeos quienes deciden la política, las encuestas las que hacen la publicidad, los «panels» los que eligen los discos que suenan por la radio, los índices de audiencia los que hacen la televisión.

El reino de la mercancía implica que esta mercancía se venda: tu trabajo consiste en convencer a los consumidores de que elijan el producto que se gastará más deprisa. Los industriales lo denominan programar la obsolescencia….
Hasta aquí la cita, es iluminadora y al mismo tiempo abrumadora. El capitalismo y sus objetos caducos, no es tanto el problema como los efectos en la vida cotidiana para los sujetos, en cuanto los mismo devienen objetos de las deudas de la educción, del supermercado, de las grandes tiendas, porque ya no se trata solo de objetos del mercado, sino también las deudas mismas contraída son valorizadas y vendidas. Es la globalización y su arrasamiento de las particularidades, en que surge un nuevo sujeto, el consumidor, y la defensa del mismo con las agrupaciones de consumidores.

Todos pueden consumir, incluso lo que no pueden pagar, porque compran vía crédito pagando varias veces el valor.

Sobre la Salud Mental, Parte 1

La definición de la OMS de salud mental: “estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.

Una de las primeras cuestión es que surge como interrogante en esta definición, es la dimensión individual, en tanto se pone el acento en él, sustrayendo al contexto en que se inscribe, supone la adaptación y el aporte a la comunidad, a lo social.

Como sabemos un contexto adverso puede enfermar, ejemplo de ello son las famosas enfermedades laborales, el exilio, un contexto político, económico, etc. Esta definición de salud mental se resta de la historia, y la posibilidad de situar efectos de la cultura, la economía, la política como adversas para una comunidad. No permite situar la historización de un sujeto con otros.

Claramente se sostiene en la idea de que el sujeto se oriente hacia un bienestar, la pregunta evidente es de qué bienestar se trata, qué o quién lo define. Pareciera ser que se trata del bienestar de la buena adaptación del individuo al ideal de la época. ¿Habría que orientar la clínica hacia ese ideal? ¿Orientar a los sujetos hacia lo que se supone como bien para todos?.

Cuando escribo esto pienso en la novela de Richard Yates & La vía revolucionaria, un título sugerente y al mismo tiempo sarcástico, un pareja sueña con dejar la vida que llevan que al mismo tiempo es lo que se supone que toda familia quisiera alcanzar, un trabajo estable buenas remuneración, una joven y bella pareja, hijos, amigos, buenos vecinos, cierta sensibilidad artística, la casa más bonita del barrio.

Sin embargo, se desencadena un sufrimiento larvado que termina en la muerte. Cómo entender que a pesar de vivir en este ideal cultural, todos iguales, para todos la misma satisfacción, el mismo tipo de vida, ese para todos fracasa.

Lo contemporáneo, como ya es sabido, en cuanto se ha hecho algo natural, y quizás ahí su efectividad, se sostiene en la lógica del consumo, lo individual, ideal de éxito personal, que encarna toda su potencia en lo que el psicoanálisis ha llamado superyo, y todo el sadismo que este comporta. El superyo, siempre quiere un poco más, empuja al goce.

Mientras más terreno se le da más quiere avanzar. Lacan ha dicho que el único culpable es el que ha cedido en su
deseo. Esto se extrae de la clínica actual y es muy fácil de encontrar, un deber gozar, algo de ideal del bienestar ligado
al deber ser feliz, deber disfrutar. Una viñeta clínica de un paciente: Todos en su familia disfrutaban del viaje soñado a Estados Unidos, el viaje ideal para todo niño » yo sabía que tenía que disfrutar y no podía, se me venía la idea de que tenía que asombrarme, tenía que sorprenderme y me angustiaba.

Lo que esta viñeta nos enseña es: lo que es para todos, no necesariamente lo es para uno.

Salud Mental y desigualdad social: materiales para una discusión, parte 2

Un extracto de la novela:

Me llamo Octavio … Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el PhotoShop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda.

Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.

Vuestro sufrimiento estimula el comercio. En nuestra jerga, lo hemos bautizado «la depresión poscompra». Necesitáis urgentemente un producto pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro. El hedonismo no es una forma de humanismo: es un simple flujo de caja. ¿Su lema? «Gasto, luego existo. » Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco.

Interrumpo las películas que estáis viendo en televisión para imponeros mis marcas. Os machaco con mis eslóganes en vuestras revistas favoritas. Estoy en todas partes. No os libraréis de mí. Dondequiera que miréis reina mi publicidad. Os prohíbo que os aburráis. Os impido pensar. El terrorismo de la novedad me sirve para vender vacío. Yo decreto lo que es Auténtico, lo que es Hermoso, lo que está Bien.

Elijo a las modelos que, dentro de seis meses, os la pondrán dura. A fuerza de verlas retratadas, las bautizáis como Top-Models; mis jovencitas traumatizarán a cualquier mujer que tenga más de catorce años. Idolatráis lo que yo elijo. Cuanto más juego con vuestro subconsciente, mas me obedecéis. Si canto las excelencias de un yogur en las paredes de vuestra ciudad, os garantizo que acabaréis comprándolo. Creéis que gozáis de libre albedrío, pero el día menos pensado reconoceréis mi producto en la sección de un supermercado, y lo compraréis, así, solo para probarlo, creedme, conozco mi trabajo.

Vuestro deseo ya no os pertenece: os impongo el mío. Os prohíbo que deseéis al azar. Vuestro deseo es el resultado de una inversión cuyo importe está cifrado en miles de millones de euros. Soy yo quien decide hoy lo que os gustará mañana.

¿No resulta espantoso comprobar hasta que punto todo el mundo parece considerar normal esta situación? ¿Qué le voy a hacer si la humanidad a decidido sustituir a Dios por productos de gran consumo?

La publicidad consiguió que Hitler fuera elegido. La publicidad se encarga de hacer creer a los ciudadanos que la situación es normal cuando no lo es.

Ps. Francisco Pisani

Salud Mental y desigualdad social: materiales para una discusión

Sois el producto de una época. No. Echarle la culpa a la época es demasiado fácil. Sois productos. Y punto. Ya que a la globalización no le interesaban las personas, teníais que convertiros en productos para que la sociedad se interesase por vosotros. El capitalismo convierte a las personas en yogures con fecha de caducidad, drogadas a base de espectáculo.
-13,99 Euros. Frédéric Beidberger.

 

Resumen

Se propone una revisión crítica del concepto de Salud Mental dado por la OMS, situando sus alcances referidos a las políticas públicas, el poder y la clínica. El psicoanálisis aporta elementos para realizar una discusión que articula subjetividad y época, cuya clínica, pone en tensión los conceptos de bienestar e igualdad, en favor, de una ética de la diferencia, que se fundamenta en lo singular de cada sujeto. Se contextualiza lo contemporáneo proponiendo un análisis del hiper-capitalismo y sus efectos en las relaciones sociales, en la dimensión subjetiva y en la práctica clínica.

El consumo en sus diversas manifestaciones, el empuje al bienestar, se traducen paradójicamente en nuevas formas de malestar, pesquisables en los nuevos sufrimientos como las adicciones, las compras compulsivas las últimas
tecnologías como promesa de felicidad.

 

Sobre las condiciones de enunciación

El presente texto nace en el contexto de la movilización estudiantil, iniciada en el primer semestre 2011, cuando el Magister de Psicología Clínica, estando en asamblea, decide ir a Paro para organizar actividades relacionadas con la contingencia nacional.

Una de las actividades que surgieron, entre otras, fue la mesa de trabajo; Salud Mental y desigualdad social, cuyo resultado fueron varios escritos y un foro debate. Las demandas en las movilizaciones estudiantiles se fundamentan en un problema estructural, que se manifiesta en el lucro y la calidad de la educación. La precarización de la función del Estado como garante de los derechos de los ciudadanos y ciudadnas, es evidente ante el empuje del mercado. Estas condiciones de época, nos hicieron pregunta, en tanto, el territorio educativo es quien con mayor fuerza ha y sigue denunciando el desastre de la supuesta autoregulación del capital.

En ese sentido la fuerza admirable que ha tenido este movimiento, no implica necesariamente que en otros campos no existan efectos igualmente desastrosos. La salud mental como campo en que se juega el cruce de la subjetividad y la época, se contextualiza para este trabajo, a partir de la lógica del capitalismo tardío es lo que interroga y causa el presente texto.

En este punto quisiera seguir el consejo de Freud, sobre la literatura y los escritores como aquellos que nos enseñan en sus creaciones a lo que la ciencia no llega. Propongo un varios fragmentos de la novela de Frédéric Beidberger, como un testimonio ficcional de la articulación entre subjetividad y época. Para el psicoanálisis la relación entre verdad y ficción se encuentran firmemente entrelazadas, y nos permite dar cuenta del drama subjetivo.

Se trata de Octave, un publicista, que está en lo más alto del mundo de la publicidad francesa, sueldo millonario, acceso a todos los bienes de consumo, para él nada es imposible, salvo que es profundamente cínico, y que lleva una vida que no desea. Al comienzo de la novela nos advierte que escribe para ser despedido del trabajo en que es tan exitoso, y así recibir una indemnización.

La Imperfección del Amor, parte 3

Un psicoanálisis: palabra y escritura

Más que nunca, en estos tiempos, estas jóvenes que vienen a nuestro encuentro pueden tener la opción de encontrar algo de otra estofa, sirviéndose de ese amor de transferencia… Imperfecto.

Portadoras de una dificultad con la propia palabra, en ese apocamiento para captar la sutileza de la palabra que llega desde el inconsciente, se nos impone el valor del diálogo/discurso analítico para que puedan llegar a asumir que hay un diálogo imposible, el de un sexo con el otro y que «el amor, es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe» . Un análisis no cura del malentendido estructural, pero el sujeto queda advertido al respecto.

El analista, como el escritor, invita a alguien a que lea, en este caso, las señales de su propio inconsciente; y a que se atreva a inventar/escribir alguna ficción, imperfecta. También (el analista) paga con sus palabras[14], que no son de amor, para conducir con su persona y su juicio, a quien viene a su encuentro, por el entramado de las palabras de donde surgen los significantes claves que cada quien ofrece al análisis.

Tal como ocurrió con M, logrando captar que el amor siempre es dis-capaz; o como en J, allí donde su palabra no fluye con facilidad y resultó propiciador dejar a la vista el libro con la frase «imperfección del amor» en su título; o en aquella otra donde la intervención desembocó en el efecto poético de lograr soltar la mano del padre (realmente muerto) para atreverse a tomar la mano de otro hombre.

Un psicoanálisis es palabra y es escritura

Escribir en un análisis permite, como en un texto literario, oponer «al desorden del mundo, la coherencia de un texto. Por ello aprecio la frase final de otra novela de Agus, La mujer en la luna: «No deje de imaginar. No está loca. Nunca más crea a quien le diga esta cosa injusta y malvada. Escriba». Lo dice un hombre que está en la posición que conviene al analista.

La Imperfección del Amor, parte 2

La escritora me orientó. Las mujeres del texto de Agus, en su multiplicidad, testimonian acerca de lo que han podido hacer con esa imperfección del amor. Sumergidas en un ir y venir incesante, insaciable, abrumador -debido al aspecto estremecedor de su amor erotómano- terminan inventándose su hombre, con la discreta sabiduría que logran al reconocer y resguardar el valor de la falta, de ese «im»-perfecto.

Si el psicoanálisis conviene a las mujeres por lo que ellas encarnan en la cultura, el analista puede contribuir a que despierte aquello que de lo femenino está velado en estas jóvenes, hijas de la comunicación virtual, de la palabra inhibida o procaz, que se presentan feministas o masculinizadas.

Si decimos que el analista debe estar animado por el deseo de despertar a lo real, aunque despertar a lo real sea imposible[10], queda, entonces, lo contingentemente posible.

La imperfección del amor de transferencia atraviesa, desde el inicio, la cura analítica. Está ya en la estafa que le da su entrada, en una promesa que no se cumplirá. No obstante, es artificial pero verdadero a condición de saber que, como dice Agus, «nadie ama de verdad y quien ama, no ama desinteresadamente».

Y el psicoanalista tampoco ama de verdad, porque en su acto autoriza la tarea analizante por otros medios, nunca recurriendo al amor narcisista del «tu me agradas» o «tu me desagradas».

Beatriz Udenio

Revista Virtualia Nº23

La Imperfección del Amor, parte 1

La pluma de una mujer, la escritora genovesa Milena Agus, me abrió la puerta para escoger el sesgo de este trabajo. Me atraparon la intimidad del diálogo de sus personajes femeninos, de pensamientos sutiles y tortuosos, de emociones intensas y, fundamentalmente, el empleo de una prosa que conviene a lo femenino. Así, el título de una de sus novelas, La imperfección del amor, tiene la virtud de introducir con el prefijo «in» la referencia a una privación: en este caso, el amor privado de perfección. Su escritura no trata tanto de psicoanálisis ni palabras de amor sino que ilumina la esencia misma del amor.

Esto me condujo a pensar la naturaleza del amor de transferencia como igualmente imperfecto, invitándome a una reflexión sobre ciertas intervenciones en la clínica, sobre todo en el caso de muchas jóvenes mujeres de hoy, a quienes las palabras, las ficciones y los sueños (también los de amor) les resultan una experiencia ajena, cuando no inalcanzable.

 

Mujeres, despierten…

No podemos desconocer las vueltas que se le han dado, desde Freud, a la relación de las mujeres con el amor y a las consecuencias negativas de la promoción de los derechos de la mujer sobre la tarea de preservación de la sustancia del amor que se les adjudica. Hemos privilegiado la faceta de insistencia surgida de la condición estructural erotómana que toma el amor en la mujer, que exige que su pareja le hable y la ame.

Pero, ¿qué podemos decir de ellas y su palabra, antiguamente plagada de sutilezas y silencios, que hoy en día parecen no tener lugar ni vigencia?Resultado de la impronta contemporánea, con su efecto sobre «las posiciones femeninas del ser», nos obliga a diferenciar lo femenino y el feminismo. Las mujeres hablan, toman cada día más la palabra en ámbitos diversos, pero vemos con frecuencia lo que se adormece en ellas: la posibilidad de hablar con las marcas fugaces, instantáneas de lo femenino en su palabra.

Así, la expresión de Miller «Sería preciso que las mujeres despertasen (…)» es una invocación que se dirige a lo femenino, no al feminismo.

 

Hombres, un esfuerzo más…

¿Y los hombres? Hoy en día escuchamos menos a las jóvenes quejarse porque ellos no les dirigen palabras de amor sino porque, en realidad, hablan y hablan pero sin consecuencias. En esa posición, no evocan ni al amante castrado ni al hombre sin ambages figuras que convienen a la demanda de amor femenina; son vistos por ellas como castrados (a secas) y sin posibilidades de arreglárselas con «la originalidad de la posición femenina» . Otro efecto de la «feminización del mundo»que se suma a la degradación de la impronta virtuosa del no-todo en la mujer, validando su aspecto superyoico, de capricho insensato.

El destino del amor está en problemas. Y aquí la pregunta por lo que un psicoanálisis puede ofrecer se vuelve oportuna y ética.

 

Beatriz Udenio

Revista Virtualia Nº23