Batman Asciende y Salta

Por Mario Goldenberg

En la Rosa Púrpura del Cairo, film de 1985, Woody Allen pone en juego la magia de la pantalla en el cine. Es una película situada en los años treinta, época de la Gran Depresión, donde el cine tenía la función de hacer soñar. Mia Farrow encarna a la mísera protagonista que encuentra en el cine una ficción lujosa y romántica. Los personajes salen de la pantalla al mundo y la protagonista también ingresa al mundo ideal de la película, que contrasta con su amarga existencia.

Así como en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll en 1871, hay un pasaje de lo real a lo virtual, el encuentro con «otra realidad».

El reciente episodio en el cine Century, en Aurora, ciudad del estado de Colorado, plantea un interrogante mayor que definir a James Holmes, el acusado del hecho, como un trastornado o perturbado mental.

Los tranquilos espectadores del estreno de Batman: el caballero de la noche asciende se encontraron con una horrorosa escena, algo había atravesado la pantalla y la violencia pasó del film a la platea, con la consecuencia de numerosos muertos y heridos. El joven Holmes, estudiante de neurociencias, pudo preparar su puesta en acto, comprando las armas legalmente y miles de municiones a través de Internet. ¿Se trata de un hecho excepcional o algo que viene sucediendo en serie en Estados Unidos y en el mundo?

El director del film, Christopher Nolan, declaró: «Las películas son una de las grandes formas de arte, y compartir la experiencia de ver una historia desarrollarse en pantalla es un pasatiempo importante y alegre. El cine es mi hogar, y el imaginar que alguien pudiera violar ese lugar inocente y esperanzador de una manera tan insoportablemente violenta es devastador.» El cine no sólo es un pasatiempo alegre, inocente y esperanzador.

El discurso actual del entretenimiento tiene sus consecuencias. Tom Hardy, el actor que interpreta a Bane, definió al archivillano como «un bruto, sádico sin compasión, un terrorista mental y una horrible obra de arte.» La masacre de Colorado demuestra que no es sólo la obra de un loco, sino que está insertado en un discurso que tiene sus daños colaterales.

La pregunta por el sentido del acto del Guasón Holmes no tiene respuesta, no importa si hay algún delirio para justificar su crimen, en definitiva, es parte del Entertainment (entretenimiento).

La lógica que se juega en el mercado sobrepasa lo límites de las pantallas, entre lo real y lo virtual, y también los límites éticos.

El video de torturas contra dos jóvenes en Salta, durante septiembre de 2011 y que recientemente fue subido a Internet, sigue el mismo discurso, el delito se produce como espectáculo.

La tortura que en otra época formaba parte del horror oculto, imposible de ver, ahora se ha banalizado al punto que alguien, con su teléfono móvil, puede filmarlo y luego subirlo a Internet, como las imágenes de las torturas de la cárcel de Abu Ghraib en Irak.

El personaje de Leopoldo, interpretado de modo espléndido por Roberto Begnini en la reciente obra de Woody Allen, De Roma con amor, muestra cómo la operación mediática hace de una insignificante existencia la realización de una fugaz fama, puede ser cualquiera, pero en algunos sujetos donde sus lazos con los otros están perturbados, el discurso mediático le permite inscribir, aunque con un acto horroroso, su existencia.

El autor es psicoanalista. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis (AMP).