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El ataque de pánico

Por Angélica Marchesini

El ataque de pánico se ha instalado en nuestra sociedad. Escuchar que alguien cercano sufre ataques de pánico o crisis agudas de angustia ya nos suena familiar. Bien lo advertimos en los consultorios. El aumento de consultas vinculadas a los antes llamados trastornos de ansiedad nos lleva a intervenir frente a este fenómeno. Según estudios confiables, el pánico afecta a una de cada treinta personas; es una cifra preocupante.

En los manuales de psiquiatría el panic attack se inscribe en la dimensión descripta por el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, en relación a los ataques en las neurosis de angustia. En 1894 Freud había descubierto que los síntomas de referencia pertenecían todos a la expresión de la angustia.

Lo había precedido el neuropsiquiatra alemán Ewald Hecker (1843-1909), el primero en diferenciar entre los llamados ataques y los estados larvados de angustia. No es lo mismo un estado de angustia que una crisis que provoca una discontinuidad: el orden del mundo que regía hasta ese momento se desploma.

Panic attack es una denominación incluida por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría en el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). Fue desarrollada por el psiquiatra estadounidense Donald F. Klein (New York State Psychiatric Institute). En 1959, cuando trabajaba en el Hillside Hospital, se encontraba repetidamente con un grupo de pacientes extremadamente ansiosos.

El médico los examinaba y no encontraba ninguna anormalidad física. Klein publicó en 1962 sus resultados, separando la clásica neurosis de angustia en ansiedad generalizada y ataque de pánico, esta última como categoría nosológica independiente.

En el momento en que el sujeto accede al pánico no dispone de ningún mecanismo defensivo que vele la angustia. Su inoperancia defensiva lo introduce en un verdadero estado discordante. No siempre estos episodios incluyen una repentina situación de peligro que active una respuesta total del organismo.

Puede ocurrir que el inicio de la crisis no se encuentre asociado a ningún motivo aparente. El miedo es intenso, a veces es desesperación.

En la hipótesis freudiana, la esencia del pánico es precisamente su falta de relación con la amenaza. El pánico no responde a la magnitud del peligro: a veces se desencadena por causas insignificantes, circunstancias que no justifican la explosión del miedo.

La angustia de pánico se caracteriza por la recurrencia espontánea de episodios de angustia extrema, en los cuales la vivencia dominante es la sensación de pérdida de control y catástrofe, acompañada de intensos síntomas neurovegetativos. La persona afectada, sin recursos para manejar racionalmente una situación amenazante, siente vivir una experiencia límite y traumática.

Las crisis suelen duran minutos y ocasionalmente horas, y luego tienden a repetirse o, a veces, a ceder gradualmente. Finalmente, los signos físicos (palpitaciones, dificultad respiratoria, sudor, vértigo) pueden pasar a primer plano, simulando una patología somática.

En general el paciente describe una experiencia aterradora, «la vivencia más cercana a sentir que uno va a morir». La muerte está siempre presente en el pánico, la irrupción brutal del ataque se acompaña con la idea de la propia muerte. Así, muchos afectados, en su primer ataque, llaman al servicio de emergencias médicas, confundiendo los síntomas con un cuadro cardíaco. Luego se someten a estudios médicos exhaustivos para realizar un diagnostico diferencial.

El ataque puede sobrevenir en cualquier momento, y en cualquier lugar. Su presentación intempestiva hace que muchas veces las personas queden en estado de incapacidad, ya que se les hace muy difícil retomar sus actividades cotidianas.

Con el transcurrir de la enfermedad, la necesidad de evitación, por miedo a un próximo ataque, puede hacer que no vuelvan a manejar un vehículo o a salir, y esto se traduce en una disminución de la calidad de vida, y la pérdida progresiva de su lugar en los lazos sociales. Siempre la tendencia es encontrar una causa física para el mal, sin resignarse a admitir una dolencia subjetiva.

Asistimos a distintos sucesos de la época: inseguridad social, incertidumbre, robos, presiones de la vida moderna, inestabilidad económica, un contexto social que se descompone fácilmente, sensación de soledad. La experiencia de la angustia insiste y resiste en el sujeto de nuestro tiempo. Se vive en un estado de ansiedad generalizada, en alerta, bajo el eterno retorno de algo inquietante.

Pero en este estado de cosas no todos sucumben al pánico, y es por ello lícito considerar este fenómeno, sin precedentes en la vida de alguien, como un síntoma de la vida privada. Si bien las culturas producen sus síntomas, éstos se construyen de modo singular en los sujetos.

El encuentro con un psicoanalista indicará al sujeto no sólo un saber, sino una verdad sobre ese fenómeno disruptivo en ese momento de su vida. El sujeto que consulta por pánico generalmente se presenta afirmando: «No sé qué pasa conmigo, he perdido el dominio de mi cuerpo». Una posición desde la que ignora la causa de su cuerpo endeble, le resulta inexplicable. Si demanda atención psicoanalítica constatará que esta práctica funciona para cambiar las condiciones del sufrimiento.

El tipo de escucha ubica al sujeto más cerca de su verdad, y es el recurso para enfrentar lo que no se sabe. Es el saber que se elabora en el análisis, y no el aprendizaje, lo que acompañará al sujeto a franquear el límite de la angustia. No hay un aprendizaje para extinguir el dolor. Las terapias modernas con ejercicios de relajación, programas de reducción de estrés y técnicas de autocontrol son tan prometedoras como ficticias.

Y para el tratamiento de este trauma no es suficiente extraer el estigma «ataque de pánico» de la lista de un catálogo -saber exterior al sujeto-, para inscribir a la persona en una tipología de un nomenclador de trastornos. El psicoanálisis tiene la posibilidad de entablar una relación verdadera con la dimensión de la angustia. Una angustia que se emite con fuerza, y no se puede aleccionar con ejercicios de adiestramiento, ni acallar con medicación.

Por ello es preciso situar esa experiencia de pánico en alguna parte y en un registro distinto del tratamiento farmacológico. La esperanza consiste en que el fármaco quiebre la relación entre el recuerdo doloroso y el pánico, adormeciendo la angustia. Pero la medicación es insuficiente para poner fin a la obsesión de la crisis tan temida, al anuncio acuciante de algo terrible y perentorio. Lo que necesita el paciente es ubicar en su historia de vida las razones subjetivas de aquella manifestación de angustia que apareció en primer plano.

El psicoanálisis puede hacer frente a la contingencia de la angustia; trata, en efecto, de desangustiar. Su respuesta, cuando fracasa la defensa -cuando el sujeto queda a la intemperie, inerme en una posición «sin recursos», en desamparo subjetivo-, es ir a contrapelo de ese dolor subjetivo.

En un mundo de presiones, donde el orden social se construye en base a amenazas, esta patología se evidencia más que en otras épocas. Y es el psicoanálisis el que podría devolver la palabra al sujeto, acercarlo al núcleo de su mutismo, ya que es en ese silencio donde el pánico ha encontrado su existencia.

¿Que nos ofrece el psicoanálisis hoy?, parte 1

Ps. Carolina Vignoli

La salvación por los Desechos (Puntuación del texto de J-A Miller)

Es un texto de Miller que toma una cita de Paul Valéry. Es con esta fórmula, la salvación por los desechos, que él define el surrealismo, la vía escogida por el surrealismo; La vía, en el sentido de camino. Es también el modo de hacer, de colocarse, de deslizarse en el mundo que es el discurso.

Pero es aún más acertado decirlo de Freud. Él prometió la salvación por la vía de los desechos. El descubrimiento freudiano, que fue el de los desechos de la vida psíquica, esos desechos de lo mental que son el sueño, el lapsus, el acto fallido y más allá, el síntoma. El descubrimiento también de que, de tomarlos en serio, y si les presta atención, el sujeto tiene la oportunidad de lograr su salvación. (Miller)

El término ;salvación -que tiene resonancias religiosas- sirve para indicar que no se trata sólo de una cuestión de salud, de curación, sino que a través del síntoma se puede elucidar una verdad, un saber y una satisfacción. Lo cual no puede ser reducido meramente a una curación y a la restauración de una supuesta normalidad (Gorostiza Leonardo). Lo cual nos diferencia del ímpetu de curar que tienen las disciplinas de la salud mental; o la pura psicología.

La salvación por los desechos se opone a la salvación por los ideales;. Y en este sentido, cabría oponer la chifladura de cada uno al ideal de la salud para todos;.

Esa es la vía que Freud abrió más allá de los ideales de curación.

Salud Mental y desigualdad social: materiales para una discusión, parte 3

¿Sabéis cual es la diferencia entre los ricos y los pobres? Los pobres venden droga para comprarse unas Nike mientras que los ricos venden Nikes para comprar droga. Los políticos ya no controlan nada; es la economía la que gobierna.

El marketing es una perversión de la democracia: es la orquesta la que manda sobre el director. Son los sondeos quienes deciden la política, las encuestas las que hacen la publicidad, los «panels» los que eligen los discos que suenan por la radio, los índices de audiencia los que hacen la televisión.

El reino de la mercancía implica que esta mercancía se venda: tu trabajo consiste en convencer a los consumidores de que elijan el producto que se gastará más deprisa. Los industriales lo denominan programar la obsolescencia….
Hasta aquí la cita, es iluminadora y al mismo tiempo abrumadora. El capitalismo y sus objetos caducos, no es tanto el problema como los efectos en la vida cotidiana para los sujetos, en cuanto los mismo devienen objetos de las deudas de la educción, del supermercado, de las grandes tiendas, porque ya no se trata solo de objetos del mercado, sino también las deudas mismas contraída son valorizadas y vendidas. Es la globalización y su arrasamiento de las particularidades, en que surge un nuevo sujeto, el consumidor, y la defensa del mismo con las agrupaciones de consumidores.

Todos pueden consumir, incluso lo que no pueden pagar, porque compran vía crédito pagando varias veces el valor.

Sobre la Salud Mental, Parte 1

La definición de la OMS de salud mental: “estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.

Una de las primeras cuestión es que surge como interrogante en esta definición, es la dimensión individual, en tanto se pone el acento en él, sustrayendo al contexto en que se inscribe, supone la adaptación y el aporte a la comunidad, a lo social.

Como sabemos un contexto adverso puede enfermar, ejemplo de ello son las famosas enfermedades laborales, el exilio, un contexto político, económico, etc. Esta definición de salud mental se resta de la historia, y la posibilidad de situar efectos de la cultura, la economía, la política como adversas para una comunidad. No permite situar la historización de un sujeto con otros.

Claramente se sostiene en la idea de que el sujeto se oriente hacia un bienestar, la pregunta evidente es de qué bienestar se trata, qué o quién lo define. Pareciera ser que se trata del bienestar de la buena adaptación del individuo al ideal de la época. ¿Habría que orientar la clínica hacia ese ideal? ¿Orientar a los sujetos hacia lo que se supone como bien para todos?.

Cuando escribo esto pienso en la novela de Richard Yates & La vía revolucionaria, un título sugerente y al mismo tiempo sarcástico, un pareja sueña con dejar la vida que llevan que al mismo tiempo es lo que se supone que toda familia quisiera alcanzar, un trabajo estable buenas remuneración, una joven y bella pareja, hijos, amigos, buenos vecinos, cierta sensibilidad artística, la casa más bonita del barrio.

Sin embargo, se desencadena un sufrimiento larvado que termina en la muerte. Cómo entender que a pesar de vivir en este ideal cultural, todos iguales, para todos la misma satisfacción, el mismo tipo de vida, ese para todos fracasa.

Lo contemporáneo, como ya es sabido, en cuanto se ha hecho algo natural, y quizás ahí su efectividad, se sostiene en la lógica del consumo, lo individual, ideal de éxito personal, que encarna toda su potencia en lo que el psicoanálisis ha llamado superyo, y todo el sadismo que este comporta. El superyo, siempre quiere un poco más, empuja al goce.

Mientras más terreno se le da más quiere avanzar. Lacan ha dicho que el único culpable es el que ha cedido en su
deseo. Esto se extrae de la clínica actual y es muy fácil de encontrar, un deber gozar, algo de ideal del bienestar ligado
al deber ser feliz, deber disfrutar. Una viñeta clínica de un paciente: Todos en su familia disfrutaban del viaje soñado a Estados Unidos, el viaje ideal para todo niño » yo sabía que tenía que disfrutar y no podía, se me venía la idea de que tenía que asombrarme, tenía que sorprenderme y me angustiaba.

Lo que esta viñeta nos enseña es: lo que es para todos, no necesariamente lo es para uno.

Salud Mental y desigualdad social: materiales para una discusión, parte 2

Un extracto de la novela:

Me llamo Octavio … Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el PhotoShop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda.

Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.

Vuestro sufrimiento estimula el comercio. En nuestra jerga, lo hemos bautizado «la depresión poscompra». Necesitáis urgentemente un producto pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro. El hedonismo no es una forma de humanismo: es un simple flujo de caja. ¿Su lema? «Gasto, luego existo. » Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco.

Interrumpo las películas que estáis viendo en televisión para imponeros mis marcas. Os machaco con mis eslóganes en vuestras revistas favoritas. Estoy en todas partes. No os libraréis de mí. Dondequiera que miréis reina mi publicidad. Os prohíbo que os aburráis. Os impido pensar. El terrorismo de la novedad me sirve para vender vacío. Yo decreto lo que es Auténtico, lo que es Hermoso, lo que está Bien.

Elijo a las modelos que, dentro de seis meses, os la pondrán dura. A fuerza de verlas retratadas, las bautizáis como Top-Models; mis jovencitas traumatizarán a cualquier mujer que tenga más de catorce años. Idolatráis lo que yo elijo. Cuanto más juego con vuestro subconsciente, mas me obedecéis. Si canto las excelencias de un yogur en las paredes de vuestra ciudad, os garantizo que acabaréis comprándolo. Creéis que gozáis de libre albedrío, pero el día menos pensado reconoceréis mi producto en la sección de un supermercado, y lo compraréis, así, solo para probarlo, creedme, conozco mi trabajo.

Vuestro deseo ya no os pertenece: os impongo el mío. Os prohíbo que deseéis al azar. Vuestro deseo es el resultado de una inversión cuyo importe está cifrado en miles de millones de euros. Soy yo quien decide hoy lo que os gustará mañana.

¿No resulta espantoso comprobar hasta que punto todo el mundo parece considerar normal esta situación? ¿Qué le voy a hacer si la humanidad a decidido sustituir a Dios por productos de gran consumo?

La publicidad consiguió que Hitler fuera elegido. La publicidad se encarga de hacer creer a los ciudadanos que la situación es normal cuando no lo es.

Ps. Francisco Pisani

La Imperfección del Amor, parte 3

Un psicoanálisis: palabra y escritura

Más que nunca, en estos tiempos, estas jóvenes que vienen a nuestro encuentro pueden tener la opción de encontrar algo de otra estofa, sirviéndose de ese amor de transferencia… Imperfecto.

Portadoras de una dificultad con la propia palabra, en ese apocamiento para captar la sutileza de la palabra que llega desde el inconsciente, se nos impone el valor del diálogo/discurso analítico para que puedan llegar a asumir que hay un diálogo imposible, el de un sexo con el otro y que «el amor, es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe» . Un análisis no cura del malentendido estructural, pero el sujeto queda advertido al respecto.

El analista, como el escritor, invita a alguien a que lea, en este caso, las señales de su propio inconsciente; y a que se atreva a inventar/escribir alguna ficción, imperfecta. También (el analista) paga con sus palabras[14], que no son de amor, para conducir con su persona y su juicio, a quien viene a su encuentro, por el entramado de las palabras de donde surgen los significantes claves que cada quien ofrece al análisis.

Tal como ocurrió con M, logrando captar que el amor siempre es dis-capaz; o como en J, allí donde su palabra no fluye con facilidad y resultó propiciador dejar a la vista el libro con la frase «imperfección del amor» en su título; o en aquella otra donde la intervención desembocó en el efecto poético de lograr soltar la mano del padre (realmente muerto) para atreverse a tomar la mano de otro hombre.

Un psicoanálisis es palabra y es escritura

Escribir en un análisis permite, como en un texto literario, oponer «al desorden del mundo, la coherencia de un texto. Por ello aprecio la frase final de otra novela de Agus, La mujer en la luna: «No deje de imaginar. No está loca. Nunca más crea a quien le diga esta cosa injusta y malvada. Escriba». Lo dice un hombre que está en la posición que conviene al analista.

La Imperfección del Amor, parte 2

La escritora me orientó. Las mujeres del texto de Agus, en su multiplicidad, testimonian acerca de lo que han podido hacer con esa imperfección del amor. Sumergidas en un ir y venir incesante, insaciable, abrumador -debido al aspecto estremecedor de su amor erotómano- terminan inventándose su hombre, con la discreta sabiduría que logran al reconocer y resguardar el valor de la falta, de ese «im»-perfecto.

Si el psicoanálisis conviene a las mujeres por lo que ellas encarnan en la cultura, el analista puede contribuir a que despierte aquello que de lo femenino está velado en estas jóvenes, hijas de la comunicación virtual, de la palabra inhibida o procaz, que se presentan feministas o masculinizadas.

Si decimos que el analista debe estar animado por el deseo de despertar a lo real, aunque despertar a lo real sea imposible[10], queda, entonces, lo contingentemente posible.

La imperfección del amor de transferencia atraviesa, desde el inicio, la cura analítica. Está ya en la estafa que le da su entrada, en una promesa que no se cumplirá. No obstante, es artificial pero verdadero a condición de saber que, como dice Agus, «nadie ama de verdad y quien ama, no ama desinteresadamente».

Y el psicoanalista tampoco ama de verdad, porque en su acto autoriza la tarea analizante por otros medios, nunca recurriendo al amor narcisista del «tu me agradas» o «tu me desagradas».

Beatriz Udenio

Revista Virtualia Nº23

La Imperfección del Amor, parte 1

La pluma de una mujer, la escritora genovesa Milena Agus, me abrió la puerta para escoger el sesgo de este trabajo. Me atraparon la intimidad del diálogo de sus personajes femeninos, de pensamientos sutiles y tortuosos, de emociones intensas y, fundamentalmente, el empleo de una prosa que conviene a lo femenino. Así, el título de una de sus novelas, La imperfección del amor, tiene la virtud de introducir con el prefijo «in» la referencia a una privación: en este caso, el amor privado de perfección. Su escritura no trata tanto de psicoanálisis ni palabras de amor sino que ilumina la esencia misma del amor.

Esto me condujo a pensar la naturaleza del amor de transferencia como igualmente imperfecto, invitándome a una reflexión sobre ciertas intervenciones en la clínica, sobre todo en el caso de muchas jóvenes mujeres de hoy, a quienes las palabras, las ficciones y los sueños (también los de amor) les resultan una experiencia ajena, cuando no inalcanzable.

 

Mujeres, despierten…

No podemos desconocer las vueltas que se le han dado, desde Freud, a la relación de las mujeres con el amor y a las consecuencias negativas de la promoción de los derechos de la mujer sobre la tarea de preservación de la sustancia del amor que se les adjudica. Hemos privilegiado la faceta de insistencia surgida de la condición estructural erotómana que toma el amor en la mujer, que exige que su pareja le hable y la ame.

Pero, ¿qué podemos decir de ellas y su palabra, antiguamente plagada de sutilezas y silencios, que hoy en día parecen no tener lugar ni vigencia?Resultado de la impronta contemporánea, con su efecto sobre «las posiciones femeninas del ser», nos obliga a diferenciar lo femenino y el feminismo. Las mujeres hablan, toman cada día más la palabra en ámbitos diversos, pero vemos con frecuencia lo que se adormece en ellas: la posibilidad de hablar con las marcas fugaces, instantáneas de lo femenino en su palabra.

Así, la expresión de Miller «Sería preciso que las mujeres despertasen (…)» es una invocación que se dirige a lo femenino, no al feminismo.

 

Hombres, un esfuerzo más…

¿Y los hombres? Hoy en día escuchamos menos a las jóvenes quejarse porque ellos no les dirigen palabras de amor sino porque, en realidad, hablan y hablan pero sin consecuencias. En esa posición, no evocan ni al amante castrado ni al hombre sin ambages figuras que convienen a la demanda de amor femenina; son vistos por ellas como castrados (a secas) y sin posibilidades de arreglárselas con «la originalidad de la posición femenina» . Otro efecto de la «feminización del mundo»que se suma a la degradación de la impronta virtuosa del no-todo en la mujer, validando su aspecto superyoico, de capricho insensato.

El destino del amor está en problemas. Y aquí la pregunta por lo que un psicoanálisis puede ofrecer se vuelve oportuna y ética.

 

Beatriz Udenio

Revista Virtualia Nº23

Variaciones sobre lo infantil

 

Es de destacar el modo en que aparece inicialmente el niño en la obra de Freud: es como víctima del accidente sexual. El trauma es una perturbación que produce una respuesta defensiva del mecanismo psíquico, separando representación y afecto; la representación queda debilitada y el afecto se desplaza a otra representación; si es del cuerpo lo llama conversión para la histeria, si es mental, obsesión o fobia.

El trauma sexual perturba lo que es en un primer momento la sexualidad- como lo plantea en «Psicoterapia de la histeria» (1895) o en la «Etiología de la histeria» (1896).

Es interesante que el carácter accidental contingente del trauma en esta primera época mantiene su vigencia aunque Freud abandone la teoría inicial del trauma. La forma del encuentro con lo sexual tiene el carácter de un mal encuentro, accidental y contingente, que en un segundo tiempo -a posteriori- va a producir síntomas.

Con «Los tres ensayos» de 1905, Freud pasa del trauma accidental a la pulsión como fuerza constante, del niño como víctima de la escena de seducción al niño perverso polimorfo, cuando introduce la sexualidad infantil.

La sexualidad infantil es un término clave para el psicoanálisis, pues sitúa el carácter anticipado de la sexualidad humana respecto del desarrollo biológico; también clave en la formación de síntomas. El niño perverso polimorfo es una figura teórica, pues simultáneamente al texto de 1905, publica el caso Juanito («Análisis de la fobia de un niño de 5 años») que es un niño con su síntoma, su fobia. Es llamativo que Lacan en su «Conferencia en Ginebra sobre el síntoma» tome la fobia de Juanito como paradigma del síntoma.

Hay una diferencia en Freud, entre el niño teórico de «La interpretación de los sueños» (1901), donde los sueños infantiles son pura y simple realización de deseos, sin censura, también el niño perverso polimorfo, respecto de Juanito que es tratado como un sujeto del inconsciente de pleno derecho.

Así es que en un primer momento el síntoma es una formación sustitutiva del trauma contingente. Con la pulsión sexual, el síntoma indica el retorno de lo reprimido, el fracaso de la defensa ante la exigencia pulsional.

En la conferencia 23, «El camino de la formación de síntomas», cuando ya tiene conceptualizada la pulsión, cuando ya sitúa la fijación en la psicología clinica, esta tensión entre lo contingente y lo necesario, vuelve con las vivencias sexuales infantiles. Estas son la matriz de los síntomas, modo de goce que han sido fijados en las experiencias de la primera infancia y el síntoma repite como manera de gozar.

Hay dos cuestiones nuevas en las «Conferencias de Introducción al Psicoanálisis» respecto del síntoma. Por un lado el sentido de los síntomas, es un sentido sexual, el ciframiento semántico conduce al goce, la fijación al trauma; por otro lado introduce también la concepción del síntoma como satisfacción sustitutiva, respecto de estas vivencias sexuales infantiles.

El síntoma condensa a la vez el sentido y la manera de gozar.

Las experiencias sexuales de la primera infancia vuelven a traer la marca de lo contingente, en el núcleo del síntoma; considerando que para Freud cuentan los fantasmas originarios, castración, seducción y escena primaria, también la pulsión como exigencia de trabajo constante para el aparato psíquico.

En 1920, «Más allá del principio de placer», nos trae un niño que produce un juego auto creado, su invención ante el foso que deja la partida de la madre. El carácter de auto creado revela el aspecto de invención, de radical singularidad en la constitución del sujeto, el juego enlaza lo simbólico y los significante, con un juego auto creado, respondiendo al agujero que deja la ausencia de la madre.

El Fort-Da muestra un aparato psíquico regido por una ganancia de placer de otra índole que la del principio de placer-displacer. El trauma – en el texto del 1920- aparece como una ruptura en la protección antiestímulo, la compulsión de repetición es el intento de ligar mediante un trabajo psíquico, la ruptura en la red de significantes, que es el trauma; este modelo va bien con la concepción del síntoma como un aparato de goce que suple el agujero estructural del no-hay-relación sexual.

El trauma accidental de los comienzos del psicoanálisis, es en «Más allá del principio de placer» estructural, solidario de la pulsión de muerte. Es llamativo que Freud vuelva al concepto de trauma, ya no en la vía de la neurosis histérica, sino de las neurosis de guerra y la neurosis obsesiva.

Los textos paradigmáticos de la primera época son «Traumdeutung» – «La interpretación de los sueños»- y los «Tres ensayos y una teoría sexual»; rige el principio de placer, los sueños son realización de deseos de modo homólogo a la formación de síntomas. A su vez los síntomas son la práctica sexual de los neuróticos, en el sentido de la incidencia de la pulsión sexual en el síntoma.

En esta segunda época el actuar, Agieren y la compulsión, Zwang marcan la clínica. La represión, que había estado en el centro de la teoría en un primer momento, incluyendo la metapsicología, con la represión primaria y secundaria, deja su lugar a la repetición, a la compulsión de repetición.

Freud pasa de la sexualidad traumatizada por una escena accidental a una sexualidad que es traumática en tanto que tal. Donde la contingencia del encuentro con el goce deja marca en la falla central de la lengua, respecto de la relación sexual.

Lo traumático no es lo inefable, lo oscuro, sino como ha dicho Jacques-Alain Miller es la relación con la lengua, pues en la lengua no hay nada que de cuenta de que hay hombres y mujeres, no como significantes de la segregación unaria, sino que hombres y mujeres no se acoplan de por sí. Hay condición erótica, hay consonancia sintomática, que hacen de lo contingente del encuentro, condición necesaria del amor.

En ese sentido el niño en Freud es el modelo de lo contingente y traumático del sexo del ser-hablante (parlêtre). Hay dos referencias importantes: una es de «Inhibición, síntoma y angustia» (1926) donde Freud retoma un término del «Proyecto…», que es el desamparo o desvalimiento inicial, como primer momento lógico en la constitución subjetiva, el niño inerme ante la invasión económica de estímulos, donde son las pérdidas de objeto, marcadas por la angustia de castración, las que constituyen las respuestas en el sentido de los modos de defensa, inhibición, síntoma y angustia. Mientras la angustia de castración es el motor de la defensa.

Podemos decir que quizás vuelve algo de aquella posición inicial del niño inerme en la escena traumática de seducción, inerme ante el encuentro pero responsable, de la insondable decisión del ser, de su respuesta de lo real. El desamparo seria la posición estructural del sujeto ante lo imposible de la castración, las respuestas son los modos de velar lo imposible.

Hay una última referencia en el texto de «El Humor» y en el «Porvenir de una ilusión», por un lado al mundo tan lleno de peligros Freud lo llama un juego de niños, por otro, retoma el concepto que Kant toma en «¿Qué es la Ilustración?» la minoridad culposa, no referido a lo infantil, sino a una posición de no responsabilizarse del saber, Sapere Aude (Atrévete a saber) es el emblema de la ilustración, es un llamado a la responsabilidad. Del mismo modo que el consentimiento a un análisis es un -Atrévete a saber- del goce y de la singularidad de cada sujeto.

La minoridad aparece en el texto sobre la religión, como refugio en el sistema doctrinal, en la religión del Padre, como protección en el sentido religioso; Freud apuesta a abandonar la casa paterna, y aprender a usar sus propias fuerzas, en el sentido de la ilustración, saber para responsabilizarse de aquello que determina al sujeto, pero sobre todo, más en el sesgo lacaniano, de las contingencias que constituyen la radical singularidad gozante que somos.

La formulación de Lacan, que no es por lo necesario sino por la contingencia que se demuestra la imposibilidad, señala justamente que la pasión neurótica es tratar lo imposible por lo necesario, no queriendo saber nada de lo traumático del sexo, pagando con demasiado sufrimiento su satisfacción, mientras que el análisis permite demostrar que es la contingencia la que constituye el goce de cada cual, y que eso no se inscribe ni representa en el Otro, sino que implica para el sujeto una operación de asunción de su singularidad de goce, el salto que es la identificación al síntoma.

Es por lo tanto llamativo que en los comienzos del psicoanálisis, el malentendido de Freud haya condensado en el niño: el sexo, la contingencia y el trauma, anticipo del lugar central que tiene la contingencia en la enseñanza de Lacan.

 

Lecturas Freudianas.

Mario Goldenberg. Virtualia Nº 23

El orden simbólico en el siglo XXI – Psicología Clínica

El orden simbólico en el siglo XXI. Ya no es lo que era. ¿Qué consecuencias para la cura?

Las fragilidades del orden simbólico en nuestro siglo tienen sus síntomas pero también tienen sus consecuencias.

Nuestro VIII Congreso de la AMP se dedicará a interrogar durante una semana, del 23 al 27 de abril de 2012, estos síntomas y en particular las consecuencias sobre la cura analítica.

Para ello tenemos una brújula en lo que J. Lacan formula en el Seminario «O peor» cuando afirma que si el Otro no existe, en compensación, : «hay del Uno» (Y a d´l´Un). Esto nos orienta respecto a la consistencia del Otro simbólico y a sus avatares, tal como la civilización nos lo presenta.

Es evidente que esta interrogación no es monopolio del psicoanálisis ni de los psicoanalistas, pero sin duda, nuestra orientación deberá demostrar sus particularidades.

Según Heiddeger, la fórmula nietzcheana «Dios ha muerto» se encuentra en el fundamento del pensamiento occidental y de su orden simbólico. El psicoanálisis ilumina esta frase mostrando, cómo poniendo el acento sobre la muerte del padre, dato relevante en la medida que promueve la autoridad paterna bajo la forma de la ley, lo que se hace no es sino protegerlo. Según Lacan se salva al padre, matándolo.

Recordemos que el mito de Tótem y Tabú, confirma la existencia del padre, se confirma y ordena la civilización alrededor del Edipo. Este modo de pensar las cosas nos enfrenta a un Otro consistente. Un Otro que en la actualidad irremediablemente se desvanece. Por lo tanto será necesario interrogar ¿cuál es el lugar, o bien, cuál es la función, si es que queda alguna, para el Edipo, en la práctica analítica del siglo XXI?.

Lacan, a partir de la pulverización de esta consistencia y sin ningún tipo de nostalgia por ella, propone la pluralización de los nombres del padre, lo cual nos enfrenta no solo con la inexistencia del Otro, sino también con la afirmación de que el Otro es solo un semblante.

El discurso de la ciencia, fijó el sentido de lo real, de modo tal que ese real estaba en condiciones de proteger a los sujetos de los semblantes. Es lo que le posibilitó a Freud la creación del psicoanálisis, orientado por un ideal científico. Hoy, en cambio, hay malestar respecto de lo real ya que la inmersión del sujeto contemporáneo en los semblantes, problematiza lo real.

La inexistencia del Otro produce la crisis de las identificaciones y envía al sujeto a buscar el plus de gozar, la promoción de éste, cobra sentido a partir del debilitamiento del ideal. Si «el desvarío de nuestro goce» se localiza cada vez menos por las identificaciones provenientes del Otro y cada vez mas por el plus-de-gozar, ¿cómo incide esto en el discurso analítico cuyo objetivo apunta a la caída de las identificaciones?.

A partir de las últimas décadas del siglo XX el mundo se ha convertido en una inmensa aldea global de la mano de la revolución científico-tecnológica. Las sociedades en general y las economías y los mercados en particular, se han vuelto más interdependientes, más globalizados. Esta revolución, a diferencia de las anteriores, se caracteriza por la convergencia y simultaneidad de numerosos fenómenos con fuerte impacto a nivel mundial.

Asistimos a la emergencia de una forma de organización social estructurada en torno del conocimiento y del procesamiento de la información que introduce en la experiencia de los seres humanos una dimensión diferente: la virtualidad. Ésta atraviesa tanto el orden de la producción como el de la reproducción social, condicionando las modalidades de la articulación del lazo social y de lo real.

Según algunos autores de la psicología clínica, los cambios en marcha representan en el devenir de la humanidad una nueva revolución, la tercera en la modernidad, cuyo rasgo emblemático es la transformación del conocimiento, tanto en valor económico y social como en fuente fundamental de la productividad y del poder en las sociedades del siglo XXI.

En la primera revolución, fue la máquina a vapor, que se materializó en el ferrocarril; en la segunda, las nuevas fuentes de energía y el motor a explosión, que dieron lugar a la cadena de montaje para la producción en serie y al automóvil como su objeto emblemático. En la tercera revolución, quizás ya no industrial, centrada en el tratamiento de la información y en la producción de conocimientos, es la computadora la que se erige en la máquina de la nueva forma de sociedad.

El orden simbólico perdió consistencia con la democratización de la información, ejemplo de esto lo constituye internet. Internet representa una innovación fundamental modificando la sociedad, a sus productos, a la distribución y algo más importante aún, modifican su mentalidad y espíritu.

Antes, cuando no había información abundante, la marca, el símbolo, comunicaba algunas características que no había cómo chequear, ahora con la difusión de la información, cada cual puede decidir por sí mismo sin necesidad de sostenerse en el Otro del saber.

Surge pues un nuevo interrogante: ¿Cómo afecta esta verdadera mutación del saber a la relación con el Sujeto supuesto Saber? Lo mismo ocurre hoy con la opinión, antes, que una noticia saliera por ejemplo en el New York Times era sinónimo de seriedad, casi de «verdad», ahora la calidad es juzgada en su propio mérito y el New York Times está quebrando.

No podemos desconocer el rol de las redes sociales en los cambios políticos que se vivieron en los últimos años, la elección de Obama como presidente de Estados Unidos, la ebullición democrática en Irán, el cambio de régimen en Egipto, la preocupación de los gobiernos totalitarios, particularmente el de China, con el control de estos medios de comunicación.

No debemos olvidar que el tema de la fragilización del orden simbólico tiene un aspecto generacional que a su vez depende del grado de adopción de la tecnología. Internet hace que todos los que lo usan en serio puedan «saber más rápido» de muchas cosas a través de los filtros y las recomendaciones, lo cual hace que en la actualidad, las marcas estén en crisis en todo el mundo, tema que fue abordado originalmente por el físico Chris Anderson, el editor de la revista tecnológica Wired, ícono de la innovación en tecnologías de la información.

Por lo tanto, algunas de las preguntas que deberemos responder en nuestro próximo Congreso son: ¿qué es lo que hoy ocupa el lugar del Otro que no existe? ¿Cuáles son las consecuencias para la dirección de la cura, del debilitamiento del orden simbólico? ¿qué es lo que hay más allá de la caída de los ideales? ¿cómo poner al psicoanálisis a nivel del progreso de las ciencias?¿cómo se forma hoy un psicoanalista, para que pueda responder a los rasgos antedichos? ¿Qué estatuto darle a la presencia virtual del analista?.

La búsqueda de una satisfacción inmediata empuja a una clínica del pasaje al acto ¿cómo responde el analista?. Como podemos ver, la fragilización del orden simbólico en el siglo XXI, nos obliga a repensar el acto analítico, la dirección de la cura, la interpretación, las entradas en análisis, la transferencia, los finales de análisis, la posición del analista, conceptos fundamentales que tendrán que quedar interrogados durante nuestro próximo Congreso.

Frente al avance del saber expuesto por todas las vías virtuales que en tiempo real pretenden demostrar que la estructura de la verdad no pertenece a la ficción, apelamos a que nuestros psicoanalistas abandonen los estándares de pensamiento, porque, como es obvio, las respuestas que podemos dar hoy, no pueden ser las que están en el archivo de lo ya dicho, sino en la invención de lo nuevo, lo diferente.

Para nosotros la creación ex nihilo o la invención no son fórmulas vacías de Lacan, sino un instrumento metódico que no convoca a la inspiración sino a la lógica que, en este caso, partiendo de la inexistencia, nos permita enfrentar los nuevos síntomas de la civilización, que no cuentan con el Otro.

por Flory Kruger