La Masculinidad al Palo

Ps. Carolina Vignoli

Elijo este nombre para el artículo parafraseando la famosa frase de la Bersuit Vergarabat, «La argentinidad al palo», que podría llamarse así o poner cualquier otra Nacionalidad al palo. Lo nombro así por que los hombres tienen algo entre ellos, como una nacionalidad masculina, y además algo especial con su miembro al palo. Esta manera de nombrarlo también implica remarcar el exilio entre los sexos y la imposibilidad de la «relación sexual» armónica entre ambos.

Como lo decía Fabián Naparstek en unas jornadas realizadas en Chile en 2011, la relación que un hombre tiene respecto de su órgano es traumática, el pene es traumático. Esto se debe a que el goce autoerótico es lo más ajeno, lo más extranjero que existe para un hombre. Desde los primeros meses de vida, cuando el pene se empieza a mover y toma vida propia, el niño es invadido por un goce desconocido que lo sorprende y que no puede descargar. Todo el trabajo que tiene que hacer un niño es poder apropiarse de ese goce, del pene real, y transformarlo en instrumento en una herramienta de su dominio, convertirlo en falo. Los hombres dedican toda una vida para poder manejar ese órgano, apéndice que tiene vida propia como si fuera extranjero del propio cuerpo.

Los síntomas sexuales masculinos responden a alguna ley, hay una relación entre el goce que ese órgano produce, o falla en producir, y el sentido; por ejemplo el pene no se le para con su mujer porque le recuerda a su madre, o porque con las esposas no se hacen chanchadas y con las prostitutas si, etc. Según como un hombre subjetivice su relación con su órgano dependerá como será su relación con el otro sexo. Entonces de lo que se trata es de dirigirse al analista para que ayude al sujeto a construir algo del sentido de ese goce que lo complica.

Según Freud hay tres posibilidades masculinas según la manera de enfrentar el horror a la castración: La homosexualidad, el fetichismo, y la heterosexualidad. El modelo paradigmático para evitar el horror a la castración es el fetichista. El objeto fetiche es lo que vela mirar de frente la castración del Otro, especialmente del Otro materno.

Los heterosexuales tienen una condición fetichista, utilizan el fetiche para alcanzar al Otro sexo. Por ejemplo que le gustan las mujeres con pechos pulposos, o que se pongan determinada ropa interior, cierto gesto en la cara, cada cual tendrá una seña especial que busca en el Otro sexo y según esa seña se dedica a ir en su conquista. Lo que diferencia al fetichista en tanto tal de la condición fetichista, es que el primero se satisface con el objeto solamente, roba ropa interior para masturbarse, o lo logra con un zapato taco aguja, en cambio el segundo puede excitarse con el objeto fetiche pero lo que quiere es alcanzar el goce sexual con la mujer, y en el acto sexual con ella consigue su satisfacción.

El homosexual también es fetichista, pero el fetiche es que el compañero sexual tenga pene, para Freud el fetichista se ahorró ser homosexual gracias al fetiche. Toda la sexualidad masculina tiene el prototipo del fetiche, el fetiche hace olvidar la castración y lo que permite a un hombre orientarse respecto de su deseo sexual, de hecho si el fetiche no existe el hombre está en problemas, porque pierde la brújula con la cual orientarse en su propia sexualidad. La sexualidad masculina en ese punto es más simple que la femenina en tanto basta con que una mujer encaje en ese prototipo y listo el asunto. Para las mujeres el asunto no es tan simple ya que no tienen ningún fetiche que las oriente en su elección sexual.

Por lo tanto, para el hombre se multiplican los síntomas, por un lado en relación al manejo de su propio órgano, que no les hace caso, que se para cuando quiere pero en situaciones en que su amo lo quiere manejar no responde, o no puede dejar de satisfacerse. autoeróticamente, etc. o por el otro lado sus síntomas de sufrimiento en relación con las mujeres, la relación de pareja no funciona, no soportan sus demandas de amor, o que necesitan acostarse con su mujer y con prostitutas a la vez, o que engañan y son engañados, etc.

Para arreglárselas con eso, nuevamente la propuesta de dirigirse a un analista, para producir una creencia de que eso que le pasa tiene un sentido, un sentido histórico podría decirse, porque el goce se va entramando en la historia de un sujeto, en la crianza, en las tradiciones familiares, los tabúes, etc. Producir la creencia de un sentido sobre el goce es lo que puede llegar a conmover un síntoma, alterar la satisfacción-dolor que ese síntoma produce en el cuerpo y en el lazo con otros.

 

Ps.Carolina Vignoli