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Principios rectores del acto analítico, Eric Laurent

Preámbulo
Durante el Congreso de la AMP en Comandatuba, en el 2004, la Delegada General presentó una «Declaración de principios» ante la Asamblea General. Luego los Consejos de las Escuelas hicieron llegar los resultados de sus lecturas, de sus observaciones y señalamientos. Después de ese trabajo, presentamos ahora, ante la Asamblea, estos principios que les pedimos adopten.

Primer principio: El psicoanálisis es una práctica de la palabra.Los dos participantes son el analista y el analizante, reunidos en presencia en la misma sesión psicoanalítica. El analizante habla de lo que le trae, su sufrimiento, su síntoma. Este síntoma está articulado a la materialidad del inconsciente; está hecho de cosas dichas al sujeto que le hicieron mal y de cosas imposibles de decir que le hacen sufrir. El analista puntúa los decires del analizante y le permite componer el tejido de su inconsciente.

Los poderes del lenguaje y los efectos de verdad que este permite, lo que se llama la interpretación, constituyen el poder mismo del inconsciente. La interpretación se manifiesta tanto del lado del psicoanalizante como del lado del psicoanalista. Sin embargo, el uno y el otro no tienen la misma relación con el inconsciente pues uno ya hizo la experiencia hasta su término y el otro no.

Segundo principio: La sesión psicoanalítica es un lugar donde pueden aflojarse las identificaciones más estables, a las cuales el sujeto está fijado. El psicoanalista autoriza a tomar distancia de los hábitos, de las normas, de las reglas a las que el psicoanalizante se somete fuera de la sesión. Autoriza también un cuestionamiento radical de los fundamentos de la identidad de cada uno. Puede atemperar la radicalidad de este cuestionamiento teniendo en cuenta la particularidad clínica del sujeto que se dirige a él.

No tiene en cuenta nada más. Esto es lo que define la particularidad del lugar del psicoanalista, aquel que sostiene el cuestionamiento, la abertura, el enigma, en el sujeto que viene a su encuentro. Por lo tanto, el psicoanalista no se identifica con ninguno de los roles que quiere hacerle jugar su interlocutor, ni a ningún magisterio o ideal presente en la civilización. En ese sentido, el analista es aquel que no es asignable a ningún lugar que no sea el de la pregunta sobre el deseo.

Tercer principio: El analizante se dirige al analista. Pone en el analista sentimientos, creencias, expectativas en respuesta a lo que él dice, y desea actuar sobre las creencias y expectativas que él mismo anticipa. El desciframiento del sentido no es lo único que está en juego en los intercambios entre analizante y analista. Está también el objetivo de aquel que habla. Se trata de recuperar junto a ese interlocutor algo perdido. Esta recuperación del objeto es la llave del mito freudiano de la pulsión.

Es ella la que funda la transferencia que anuda a los dos participantes. La formula de Lacan según la cual el sujeto recibe del Otro su propio mensaje invertido incluye tanto el desciframiento como la voluntad de actuar sobre aquel a quien uno se dirige. En última instancia, cuando el analizante habla, quiere encontrar en el Otro, más allá del sentido de lo que dice, a la pareja de sus expectativas, de sus creencias y deseos. Su objetivo es encontrar a la pareja de su fantasma. El psicoanalista, aclarado por la experiencia analítica sobre la naturaleza de su propio fantasma, lo tiene en cuenta y se abstiene de actuar en nombre de ese fantasma.

Cuarto principio: El lazo de la transferencia supone un lugar, el «lugar del Otro», como dice Lacan, que no está regulado por ningún otro particular. Este lugar es aquel donde el inconsciente puede manifestarse en el decir con la mayor libertad y, por lo tanto, donde aparecen los engaños y las dificultades. Es también el lugar donde las figuras de la pareja del fantasma pueden desplegarse por medio de los más complejos juegos de espejos. Por ello, la sesión analítica no soporta ni un tercero ni su mirada desde el exterior del proceso mismo que está en juego. El tercero queda reducido a ese lugar del Otro.

Este principio excluye, por lo tanto, la intervención de terceros autoritarios que quieran asignar un lugar a cada uno y un objetivo previamente establecido del tratamiento psicoanalítico. El tercero evaluador se inscribe en esta serie de los terceros, cuya autoridad sólo se afirma por fuera de lo que está en juego entre el analizante, el analista y el inconsciente.

Quinto principio: No existe una cura estándar ni un protocolo general que regiría la cura psicoanalítica. Freud tomó la metáfora del ajedrez para indicar que sólo había reglas o para el inicio o para el final de la partida. Ciertamente, después de Freud, los algoritmos que permiten formalizar el ajedrez han acrecentado su poder. Ligados al poder del cálculo del ordenador, ahora permiten a una máquina ganar a un jugador humano. Pero esto no cambia el hecho de que el psicoanálisis, al contrario que el ajedrez, no puede presentarse bajo la forma algorítmica. Esto lo vemos en Freud mismo que transmitió el psicoanálisis con la ayuda de casos particulares:

El Hombre de las ratas, Dora, el pequeño Hans, etc. A partir del Hombre de los lobos, el relato de la cura entró en crisis. Freud ya no podía sostener en la unidad de un relato la complejidad de los procesos en juego. Lejos de poder reducirse a un protocolo técnico, la experiencia del psicoanálisis sólo tiene una regularidad, la de la originalidad del escenario en el cual se manifiesta la singularidad subjetiva. Por lo tanto, el psicoanálisis no es una técnica, sino un discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, su excepción.

Sexto principio: La duración de la cura y el desarrollo de las sesiones no pueden ser estandarizadas. Las curas de Freud tuvieron duraciones muy variables. Hubo curas de sólo una sesión, como el psicoanálisis de Gustav Mahler. También hubo curas de cuatro meses como la del pequeño Hans o de un año como la del Hombre de las ratas y también de varios años como la del Hombre de los lobos. Después, la distancia y la diversificación no han cesado de aumentar. Además, la aplicación del psicoanálisis más allá de la consulta privada, en los dispositivos de atención, ha contribuido a la variedad en la duración de la cura psicoanalítica.

La variedad de casos clínicos y de edades en las que el psicoanálisis ha sido aplicado permite considerar que ahora, en el mejor de los casos, la duración de la cura se define «a medida». Una cura se prolonga hasta que el analizante esté lo suficientemente satisfecho de la experiencia que ha hecho como para dejar al analista. Lo que se persigue no es la aplicación de una norma sino al acuerdo del sujeto consigo mismo.

Séptimo principio: El psicoanálisis no puede determinar su objetivo y su fin en términos de adaptación de la singularidad del sujeto a normas, a reglas, a determinaciones estandarizadas de la realidad. El descubrimiento del psicoanálisis es, en primer lugar, el de la impotencia del sujeto para llegar a la plena satisfacción sexual. Esta impotencia es designada con el término de castración. Más allá de esto, el psicoanálisis con Lacan, formula la imposibilidad de que exista una norma de la relación entre los sexos. Si no hay satisfacción plena y si no existe una norma, le queda a cada uno inventar una solución particular que se apoya en su síntoma. La solución de cada uno puede ser más o menos típica, puede estar más o menos sostenida en la tradición y en las reglas comunes.

Sin embargo, puede también remitir a la ruptura o a una cierta clandestinidad. Todo esto no quita que, en el fondo, la relación entre los sexos no tiene una solución que pueda ser «para todos». En ese sentido, está marcada por el sello de lo incurable, y siempre se mostrará defectuosa. El sexo, en el ser hablante, remite al «no todo».

Octavo principio: La formación del psicoanalista no puede reducirse a las normas de formación de la universidad o a las de la evaluación de lo adquirido por la práctica. La formación analítica, desde que fue establecida como discurso, reposa en un trípode: seminarios de formación teórica (para-universitarios), la prosecución por el candidato psicoanalista de un psicoanálisis hasta el final (de ahí los efectos de formación), la transmisión pragmática de la práctica en las supervisiones (conversaciones entre pares sobre la práctica) Durante un tiempo, Freud creyó que era posible determinar una identidad del psicoanalista.

El éxito mismo del psicoanálisis, su internacionalización, las múltiples generaciones que se han ido sucediendo desde hace un siglo, han mostrado que esa definición de una identidad del psicoanalista era una ilusión. La definición del psicoanalista incluye la variación de esta identidad. La definición es la variación misma. La definición del psicoanalista no es un ideal, incluye la historia misma del psicoanálisis y de lo que se ha llamado psicoanalista en distintos contextos de discurso.

La nominación del psicoanalista incluye componentes contradictorios. Hace falta una formación académica, universitaria o equivalente, que conlleva el cotejo general de los grados. Hace falta una experiencia clínica que se trasmite en su particularidad bajo el control de los pares. Hace falta la experiencia radicalmente singular de la cura. Los niveles de lo general, de lo particular y de lo singular son heterogéneos. La historia del movimiento psicoanalítico es la de las discordias y la de las interpretaciones de esa heterogeneidad. Forma parte, ella también, de la gran Conversación del psicoanálisis, que permite decir quién es psicoanalista.

Este decir se efectúa en procedimientos que tienen lugar en esas comunidades que son las instituciones analíticas. El psicoanalista nunca está solo, sino que depende, como en el chiste, de un Otro que le reconozca. Este Otro no puede reducirse a un Otro normativizado, autoritario, reglamentario, estandarizado. El psicoanalista es aquel que afirma haber obtenido de la experiencia aquello que podía esperar de ella y, por lo tanto, afirma haber franqueado un «pase», como lo nombró Lacan.

El pase testimonia del franqueamiento de sus impases. La interlocución con la cual quiere obtener el acuerdo sobre ese atravesamiento, se hace en dispositivos institucionales. Más profundamente, ella se inscribe en la gran Conversación del psicoanálisis con la civilización. El psicoanalista no es autista. El psicoanalista no cesa de dirigirse al interlocutor benevolente, a la opinión ilustrada, a la que anhela conmover y tocar en favor de la causa analítica.

Traducción: Carmen Cuñat

Bullying Escolar

La palabra bullying hace referencia a la palabra inglesa Bull, toro, y la declinación ING implicaría el acto de torear. En castellano lo entendemos como acoso u hostigamiento escolar, haciendo referencia a cualquier forma de maltrato o agresión psicológica, verbal o física producida entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado.

La agresividad es constitutiva del ser humano. Podríamos afirmar que esto se debe a que el cachorro humano se identifica a una imagen para sentirse unificado. Hacemos la aclaración de que el cuerpo es esa imagen que da unidad a lo que hay por dentro, o sea al organismo, que está comprendido por órganos, sangre, arterias, etc. Entonces el organismo le depara al infante sensaciones dispersas que él no puede localizar con claridad: siente dolores en su estómago, gases, frío o calor. Ante esas impresiones que rompen la vacilante sensación de completud, llora en pedido de ayuda a un adulto, el Otro materno, para que calme lo que él desconoce y que aquel debe poder interpretar.

En el momento del nacimiento, solo algunas áreas cerebrales están completamente mielinizadas. La mielinización de las fibras que conectan el cortex cerebral con el cerebelo no suele completarse hasta alrededor de los 4 años (Kolb & Whishaw, 1991). A partir de los 6 meses, y lejos de haber completado la mielinización de las fibras nerviosas, el niño tiene la posibilidad de reconocer su imagen en el espejo.

Esta imagen vendrá a funcionar como unificadora de esas sensaciones dispersas del cuerpo, pero esa imagen se encuentra primero por fuera, en un espejo y en Otro, madre o padre, que lo nombra en ese espejo, dándole una matriz simbólica a la imagen. Efecto de esa asunción en el espejo es la rivalidad con sus pares, el niño al encontrar fuera del espejo otro igual a él teme que esa unidad que había logrado gracias a la unificación de la imagen se rompa, por lo tanto se configura una dualidad imaginaria eroto-agresiva: ¿el otro o yo?.

¿Qué adviene para romper con esta dualidad imaginaria? La palabra.

La palabra del padre pone orden, hace de tercero para romper esta dualidad y abre caminos sublimatorios para hacer con la agresividad al tiempo que ofrece un ideal con el cual identificarse. La escuela está en ese lugar tercero, como delegada y relevo del padre, que debiera ofrecer opciones sublimatorias para que los niños puedan arreglárselas con su agresividad. Bullying ha habido siempre, pero la época le imprime un sesgo novedoso a esta actividad.

¿Cuál es el diagnóstico que hacemos hoy de la Escuela en la época de los ideales caídos?.

La escuela transita los mismos perjuicios que la cultura en una época en que la autoridad y los viejos ideales de la modernidad: el honor, el respeto, las utopías sociales, ser un hijo modelo, un alumno modelo, compartir con otros, etc. son virtudes que están en baja y son reemplazados por la satisfacción solitaria y autistística del consumo de objetos que propone el mercado rompiendo con la tendencia al lazo y con la preocupación por el otro que embanderaban los antiguos ideales sociales. Ahora es preferible ser La Modelo de pasarela o trabajar en la Tele para ser famoso y ganar mucho dinero que estudiar mucho y ser buena persona

Cuando la agresividad pasa ciertos límites, cuando se excede a tal punto que rompe el lazo social, tanto así que rompe los cuerpos, hablamos de violencia. En palabras de Eric Laurent: La culpa es nuestra, no de los niños. No hemos sabido inventar los rituales apropiados que puedan ayudar a un joven violento a encontrar salidas que no sean autodestructivas o destructivas para los demás;.(Eric Laurent, Entrevista en diario La Nación).

El empuje del mercado al consumo hace ascender al lugar de ideal a los objetos de la producción en vez de los clásicos ideales simbólicos. Esto hace que los sujetos ya no estén orientados por la tradición ni por las palabras de sus adultos sino por objetos. Las sociedades se dividen entre los que pueden consumir y los que no pueden hacerlo. Los que no pueden acceder al consumo quedan segregados de la sociedad, hasta segregados de la satisfacción básica de sus necesidades lo que retorna como odio, resentimiento y violencia.

Como efecto de la caída de los ideales simbólicos, los sujetos y preponderantemente los adolescentes -que son quienes están buscando una identificación que afirme su persona- buscan otro modo de identificación según el objeto que consumen, un ejemplo de ello son los Otaku, fanáticos de los animé que se reúnen para compartir sus gustos. En Chile están los pokemones, los pelolais y otros grupos de jóvenes que se reúnen en torno a un gusto y un estilo estético particular. Estas son comunidades de goce, se identifican a la satisfacción que les da un objeto y no a un ideal simbólico.

Podemos pensar también una comunidad de goce en esta práctica de los adolescentes de subir videos a internet, desde los que ponen en riesgo su vida tirándose de los edificios a las piscinas, o los que se filman acostados en los rieles del tren mientras el coche les pasa por encima, hasta los que muestran las agresiones contra sus pares, bullying.

Esta comunidad de goce no estaría signada por un objeto concreto, sino por la mirada, por una satisfacción vouyerista, de mirar y hacerse mirar en ese momento de ruptura del lazo social, en que aparece el golpe y la imagen del cuerpo como rota, o la audacia de poner en riesgo la vida. Los jóvenes cuelgan esas imágenes de violencia como un blasón, como un orgullo que hace que otros jóvenes también cuelguen sus propios videos identificándose a ese gusto por mostrar el golpe, o el riesgo.

A falta de poder identificarse a ideales simbólicos, los muchachos y muchachas se las arreglan para encontrar al menos ideales que los enganchen a la imagen y a la sensación de adrenalina o dolor en el cuerpo, dándoles la certeza de estar vivos al mismo tiempo que coquetean con la muerte.

Como dice Eric Laurent, somos los adultos los responsables de ayudar a esos jóvenes a hacer algo con su propia violencia y su pulsión de muerte, “Deberíamos inventar el nuevo deporte del siglo XXI, un nuevo ritual que al mismo tiempo fuera una práctica del cuerpo y que permitiera la socialización. (Eric Laurent, Entrevista en diario La Nación).

La violencia de los adultos contra los niños

Para finalizar quería contar una viñeta clínica de un niño de 8 años que pude recibir en mi consulta sólo 6 sesiones. Mateo llegó con su papá y sin la mamá, ya que estaban separados. La mamá se llevó a la hermana de 5 años y al hermano de 2, dejándolo a él viviendo con el padre y la abuela hacía más de un año, con la justificación de que la escuela quedaba cerca de esa casa. El padre me confiesa durante las entrevistas que él no pescaba mucho a su hijo y que cuando volvía del trabajo conversaba con su madre, dejando fuera de la charla a Mateo, quedando relegado a ver tele sólo en su cuarto. Dice que el niño una vez le preguntó ¿si la mamá no lo quería más? Ya que sus hermanos vivían con ella y él no.

Mateo es un niño tímido, bastante callado y con voz muy baja. La consulta se hace por pedido de la escuela porque había habido un episodio en que agarró del cuello a una compañera y otro episodio en que le tiró una silla a la maestra. En las pocas entrevistas que tuvimos él mejoró su comportamiento, hasta que un día tiró una cartuchera al piso, algo inmensamente menor que querer ahorcar a su compañera, pero esa fue la oportunidad que tuvo la maestra para suspenderlo una semana de la escuela y obligar al padre que lo haga revisar por un neurólogo.

El padre le dice que le iba a llevar un informe de la psicóloga a lo que la maestra responde ;Eso no me interesa, Ud. sabe lo que yo quiero, quiere que lo mediquen, como ya lo había hecho medicar durante todo el año anterior, convirtiéndose Mateo en un niño aún más callado, como un zombi; según el padre. Aún así él eligió la opción de la maestra y lo sacó de mi consulta en vez de querer saber que tenía que ver él en el malestar de su hijo.

Hay una tendencia cada vez mayor de intervenciones sobre los niños que mezclan diagnósticos neurológicos, causas orgánicas y terapias de reeducación cognitivo-conductuales con garantía de eficacia y efectividad en corto plazo, volviendo objeto al sujeto de sus intervenciones. Tomo una cita que hace Mauricio Tarrab de una declaración de Skinner ;Yo tuve solo una idea en mi vida. La palabra ;control; la expresa.

El control de la conducta humana, era un desenfrenado deseo egoísta de dominar. Recuerdo mi ira cuando algo salía mal. Podía gritarle a los sujetos de mi experimento, ¡Pórtate bien, maldito, pórtate como debes!; Entonces el deseo de dominio es lo que se oculta tras los ideales de eficacia. La maestra de mi pacientito lo dejó bien claro ;Ud. Sabe lo que yo quiero;, que el niño no se salga de la raya de lo que ella espera, o sea que no haya sujeto allí. ¿Me pregunto si tendrá algo que ver la relación de dominio que imponen algunos docentes, y por lo tanto que se corren del lugar tercero de referente de un ideal simbólico, con el bullying de los estudiantes?.

Para terminar quiero citar a Mauricio Tarrab en lo que considero la propuesta ética y política del psicoanálisis de la orientación Lacaniana: ;El psicoanálisis, nuestra práctica y nuestro discurso, insiste, en medio de la feroz tendencia a homogeneizarlo todo que tiene nuestro presente, que es necesario conservar ese estrecho margen de libertad que pueda preservar lo incomparable que tiene cada uno. Eso que, de cada uno no encaja en las regulaciones sociales;. (Tarrab M.)
Carolina Vignoli

La mujer, los orgasmos y el amor

Desde el punto de vista de la inserción social, las mujeres en general no han tenido un papel relevante, salvo paulatinamente en los últimos tiempos. Sin embargo, sabemos que ellas encontraron una compensación en otro poder, que es el poder familiar, donde funcionaron en el lugar de la madre. Esto puede y podía marchar, siempre y cuando una madre no sea toda para sus hijos y conserve algo de la dimensión femenina en relación con un hombre, para el cual puede existir, entonces, como causa de deseo.

El poder materno no es lo mismo que el poder femenino. En Italia se hizo hace pocos años una estadística en la cual se comprobó que casi el 44 por ciento de los matrimonios viven a menos de un kilómetro de la casa de la madre de uno de los cónyuges, cerca del 12 por ciento viven en la misma casa y el 4 por ciento en la misma habitación. Se constata que, para muchos, aun casados no es fácil separarse de la madre.

Freud percibió este problema. Cuando se le planteaban críticas no sólo desde las analistas mujeres, sino también desde el movimiento feminista, se encontraba con la siguiente cuestión: si la diferencia sexual depende del posicionamiento respecto del complejo de castración, si es relativa a la problemática del falo, entonces la envidia del pene en la niña es el punto de partida de una deducción que permitiría captar qué es la mujer.

La niña se define a partir de una privación fálica en relación con el varón. Es así como resulta que Freud concibe a la niña, y a partir de ahí a la mujer, como un varón en menos. Por eso las tres alternativas de la feminidad que plantea en los clásicos trabajos sobre ese tema, lo llevan a plantear que una mujer puede apartarse de la sexualidad, desplegar el llamado complejo de masculinidad o tercer camino que parece ser el normal; la maternidad.

Al seguir la lógica precisa de su discurso, Freud se encontró con un problema que él mismo percibía como una dificultad, pero sin embargo era la conclusión de su razonamiento. Me refiero a la identificación de lo femenino con la maternidad. Pero hay muchas mujeres que no desean tener un hijo y no dejan por eso de ser femeninas, y por otro lado hay muchas mujeres que desean tener un hijo e incluso lo tienen y que, sin embargo, no por eso se ubican del lado de la feminidad.

No es posible resolver este callejón sin salida si nos quedamos solamente con la deducción freudiana. ¿Qué sucede si no deducimos a la mujer de la niña, y a la niña de la posición fálica del varón? Se podría definir lo femenino (no decimos ahora las mujeres a partir de algo distinto de la argumentación sostenida por el maestro vienés.

La diferencia entre lo masculino y lo femenino a partir de las características de un goce diferencial permite también introducir una precisión mayor a una captación de Freud, quien decía que las mujeres, más que amar, desean ser amadas. Esta exigencia de las mujeres respecto del amor, esta ligazón al amor de un hombre, no encuentra una explicación muy satisfactoria en la argumentación freudiana.

En la posición femenina hay un goce que, a quien lo padece, lo sobrepasa. Ser sobrepasado por un goce es algo diferente de carecer de pene. Porque carecer de pene es un menos en cambio, ser sobrepasado por un goce es un más. De todos modos, la cuestión no es sólo aritmética, cambiar un  menos por un más. Lo principal es que, cuando se analiza la cuestión desde la perspectiva del goce, se advierte que no es posible considerar lo femenino a partir de una carencia, por un déficit respecto de lo masculino, es decir una privación fálica, sino que lo debemos definir por la presencia de un más por un goce que sobrepasa.

Todo consiste ahora en definir qué quiere decir este más. El más de goce, es decir el goce extásico que sobrepasa, implica un meno de identidad, un arrasamiento subjetivo. El goce fálico, en cambio, tiene como modelo un ciclo, es decir, una localización corporal: la erección del pene, el orgasmo y la detumescencia. Pero además tiene otras características: la posibilidad de la medida, del cálculo y de la exhibición. El hecho de ser un ciclo que se localiza, se exhibe, se calcula y se mide y que así pone sobre el tapete todos los juegos de la prestancia fálica, implica que se trata de una dimensión identificante, es decir, de la posibilidad de lograr una identificación masculina a partir de la puesta en juego del goce fálico.

Si los hombres, cuando se reúnen, en general no hablan, como las mujeres, de sus hijos o de sus amores, sino de con cuántas mujeres salen o cuántos orgasmos han tenido o cuántos goles hizo su equipo favorito –lo que es más o menos lo mismo, esto significa que la puesta en juego del goce fálico funciona en términos de una unidad de medida, de un goce que se puede calcular y mostrar.

El semblante fálico, la apariencia o presentación fálica, encuentra su límite cuando existe la impotencia, y por eso, cuando los hombres la padecen, acusan recibo de esa falla; en cambio, cuando una mujer es afectada por la frigidez, muchas veces no le produce nada muy especial, pues para ella la identificación femenina no se juega a partir de la cantidad de sus orgasmos, de aquello que implica la medida, la contabilización o la exhibición. El goce fálico funciona como una performance: se lo cuenta, se lo acumula, se lo exhibe, es del orden del tener, lo cual puede otorgar la dimensión del ser que semblantea, que se hace aparente en el falo.

Por eso el goce fálico es un goce inherente al narcisismo sexual. Si bien ese goce no es voluntario, porque el pene no se educa por la voluntad, se lo pone en la cuenta del sujeto; quiere decir que es un goce subjetivante, identificante. La posesión de las mujeres, del dinero, de los objetos, entra en la misma serie que otorga, entonces, identificación fálica. Se lo pone en la cuenta del sujeto porque ahí se reconoce, apropiándose de esa dimensión del tener que le permite semblantear el ser, le permite presentarse bajo la apariencia del ser.

En cambio, el goce femenino no se pone en la cuenta del sujeto. El goce estrictamente femenino, que Lacan define como no-todo fálico, no queda subsumido en la dimensión fálica, destituye al sujeto, lo sobrepasa, no le permite identificarse, y en este sentido el goce femenino redobla para las mujeres el fading, el desvanecimiento del sujeto respecto del objeto. Si las mujeres soportan mejor la frigidez que los hombres la impotencia, ello indica que no identifican la feminidad a través del número de sus orgasmos. Más aún, cuando una mujer no es frígida, esos orgasmos no impiden que ella dude de ser una verdadera mujer. Se percibe que la deducción lacaniana es diferente de la deducción freudiana.

Y esto nos permite entender un poco más cuál es el lugar del amor en la posición femenina. La exigencia, la demanda que sostienen las interminables quejas femeninas deriva, en parte, de la existencia de este goce: ahí donde el goce femenino no identifica, una mujer se esfuerza por lograr la identificación a través del amor de un hombre.

Dicho de otra manera, como el goce no la identifica sino que la sobrepasa, la aniquila como sujeto, para alguien en posición femenina vale más la idea que está reflejada en el idioma francés cuando define al orgasmo como una petite mort, una pequeña muerte, en el sentido de que para una mujer, si es que efectivamente está puesto en juego, ese goce la sobrepasa. Esto implica inevitablemente un fuerte efecto de angustia, ya que la angustia concierne al peligro de pasar de la posición de sujeto a la de objeto.

Toda mujer que está padeciendo ese goce extásico que la pone fuera de sí, con ese aire de extravío, exige el privilegio de ser amada. Porque el amor, en cambio, identifica. Pero exige el ser amada con una particularidad: ser amada como la única. Es decir: espera que el amor de un hombre le dé valor fálico. El valor fálico es identificante y eso es lo que no logra con el goce que la sobrepasa.

Por eso, una mujer va a estar siempre asociada con este factor identificante derivado de ser la mujer de, la amante, de la musa de…

 

 

Anudamientos

El ser hablante tiene un cuerpo sexuado y esta inmerso en un mundo de lenguaje; elementos heterogéneos entre sí. ¿Qué tiene que ver una palabra con un órgano, o con un cuerpo en la naturaleza? Absolutamente nada.

Esta convivencia obligada de dos campos heterogéneos implica una necesaria operación de anudamiento, condición de existencia de ambos.

Hay cuerpo-y no puro organismo, si está anudado al campo del lenguaje. Hay lenguaje, y no meros ruidos, porque hay un cuerpo en donde algunos significantes resuenan de forma privilegiada marcando trayectos en los bordes corporales.

Cuerpo y lenguaje se agujerean mutuamente. No todo lo que acontece en el cuerpo puede ser puesto en palabra. Por la misma razón el campo del lenguaje queda, simultáneamente, marcado por una falta. Cuando, en un momento de enamoramiento, en la lengua común se dice lo veo y siento mariposas en el estómago, hay cierto efecto de poesía que anuda la mirada, un órgano y un afecto.

Se eleva un fragmento de organismo a la categoría de localizador de emoción.

 

Sobredeterminación y Operación

¿Qué es lo que se anuda en la constitución subjetiva?: el goce del viviente, la imagen especular y la lengua. Esta operación interesó al psicoanálisis desde sus comienzos. La pregunta es ¿Cómo se inviste una representación?.

¿Cómo es que un significante tiene efectos libidinales?. ¿Cómo se conectan el goce pulsional y el sentido?.

En Freud, el síntoma con su caras de satisfacción auto erótica y de representación, es soldadura entre la empresa auto erótica destinada a ganar placer y las representaciones-deseo tomadas del círculo del amor de objeto.

La sutura es anudamiento entre el goce del cuerpo y el campo del Otro. La pulsión sólo se satisface en la zona erógena tras el paso por las representaciones tomadas del Otro. Freud cita a Theodor Fontane para decir que entre el goce auto erótico y el campo de la representación eso no anda sin construcciones auxiliares.

Síntoma, fantasía, pulsión. Lacan señaló la función de nudo de ciertos conceptos y sus consecuencias clínicas, mucho antes de internarse en el nudo borromeo.

Primero tomó anudamiento como sobredeterminación, cuando se refirió al complejo freudiano,el estadío del espejo, el falo, la castración, la angustia; para pasar al anudamiento como operación en relación con el fantasma, alienación – separación, semblante, síntoma, sinthome.

El anudamiento-sobredeterminación es conceptual: varias vías convergen en un concepto. El anudamiento-operación es del orden de la insondable decisión del ser, un acto que tiene incidencia sobre el cuerpo,el goce,la relación con la lengua y con el partenaire. Un nombre de esa operación es suplencia.

 

El anudamiento como suplencia 

Para el Lacan de los ´50,el lenguaje como tal preexiste al sujeto y el problema del anudamiento sólo se presenta como reparación de un error en la estructura. Acorde con su conceptualización del Otro bajo la modalidad del todo y la excepción, la función del Significante del Nombre del padre es ordenadora: nombra el deseo de la madre como deseo del falo e inscribe al sujeto en la ley del deseo.

La clínica de las psicosis se presenta como un déficit de la función paterna y dos operaciones vienen a anudar lo fallido en la estructura: la identificación imaginaria y la metáfora delirante. El anudamiento es aquí un procedimiento de suplencia, una cirugía de parche propio de la psicosis en contra de la desintegración simbólica y la fragmentación corporal.

Es un intento de puesta a punto de la asunción de la imagen y de la función de la palabra. Pero simultáneamente con la promoción del Nombre del padre, Lacan alerta sobre su declinación en curso en tanto se funda en la relatividad sociológica ligado a la aventura de la familia paternalista.

En los´70,ante la verificación de dicha declinación manifiesta en los cambios sociales, el déficit de la función del padre se generaliza. Correlativamente, la suplencia como construcción auxiliar para anudar cuerpo, imagen y lengua también se  generaliza.

Esos tres registros convergen en un vacío, un no hay. No hay imagen totalizadora del cuerpo, no hay significante que diga todo el goce y menos aún el goce del cuerpo de otro sexo, por esto mismo el goce siempre es parcial.

No hay relación sexual; quiere decir que en el punto de convergencia encontramos un vacío de goce y que a ese lugar debe venir una suplencia como respuesta.

Este vacío aloja al objeto perdido freudiano y al objeto a de Lacan. El a es tanto el vacío de goce mismo, como el plus de goce es decir, el recuperador de algo de ese goce perdido. Cualquier objeto, natural o cultural, puede venir a ese lugar.

Por qué no tomar entonces a los anudamientos como un saber hacer con el vacío?. Es este un uso posible del concepto de sinthome: un saber hacer con el vacío sirviéndose del semblante.

¿Y qué es la práctica analítica sino el tratamiento de lo real por medio del anudamiento transferencial?. La clínica bajo transferencia muestra que el objeto a es el operador del anudamiento analizante-analista. Es el pivote del lazo entre el goce auto erótico del síntoma y el partenaire, en tanto el sujeto busca ese objeto supuestamente perdido en
el Otro.

 

Anudamiento con el partenaire

Elige como compañera a X. Porque porta ciertos rasgos que le gustan y le atraen sexualmente. Pero sobre todo porque uno de esos rasgos consiste en ser la portadora de un objeto que calma su angustia y le da seguridad.

Diez años después, durante su análisis, Y no soporta más esa relación. X se le ha vuelto aburrida, poco atractiva. Aparece el desamor. ¿Qué ha pasado?.

El objeto que calmaba su angustia, que ocupaba el lugar del vacío, ya no le sirve. Ahora ha inventado un nuevo modo de arreglárselas con el vacío a través de un lugar en una comunidad profesional y una nueva mujer. Un nuevo modo de hacer con el vacío. Su primera relación fue con su partenaire-síntoma, que incluía algo sufriente y mortífero. La actual, con su partenaire-sinthome, se orienta a vivir lo mejor posible.

 

Gustavo Stiglitz

Remedio para el sufrimiento

Una caracterización del malestar subjetivo en la vida actual muestra que al sujeto de estos tiempos le resulta difícil tramitar subjetiva mente sus modos de satisfacción, que son vividos en muchas ocasiones con un profundo malestar.

¿Cómo caracterizar al malestar subjetivo en la vida actual? A principios del siglo XXI y desde hace varias décadas, el sujeto, en relación con su goce, está extraviado. Empujado a gozar cada vez más y sin límites, en lo que se ha dado en llamar «el derecho a la felicidad» –que Jacques Lacan interpreta como exigencia superyoica a gozar-, al sujeto de estos tiempos le resulta difícil tramitar subjetivamente sus modos de satisfacción, que son vividos en muchas ocasiones con un profundo malestar.

La dimensión clínica del psicoanálisis es el tratamiento que opera sobre lo que no anda. Ser aliviado de un  sufrimiento es el pedido con el que comienza una experiencia de análisis y frente al cual el psicoanalista debe responder como conviene para facilitar el trabajo. Se apoya en este pedido para ofrecerle en acto al sujeto un espacio que le permita construir una nueva relación al saber y la verdad, a partir de reconocer como propios los síntomas que habían sido una «tierra extranjera interior», en términos del mismo Freud. «Ustedes saben que el psicoanálisis nació como terapia; ha llegado a ser mucho más que eso, pero nunca abandonó su patria de origen, y en cuanto a su profundización y ulterior desarrollo sigue dependiendo del trato con los pacientes», sostenía Sigmund Freud en una de sus conferencias, de 1932.

Jacques Lacan definió a una praxis como «el término más amplio para designar una acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico». ¿Cuál es la particularidad de la praxis psicoanalítica? Cernir lo que no anda y darle un tratamiento diferente al que le da la defensa neurótica.

En tal sentido, la perspectiva psicoanalítica implica siempre la premisa: «de nuestra posición de sujeto somos siempre responsables». Quiere decir que un análisis no avanza si en su curso no se pierde la posición de víctima. Siempre el sujeto es responsable de su goce, de aquello que más lo complica en la vida, lo quiera o no, lo sepa o no. Ese reconocerse responsable es seguramente una de las elaboraciones más difíciles de la vida y, para la cual un ser humano está menos preparado.

Para tal experiencia, el análisis cuenta con lo que Freud llamó «transferencia». Jacques Lacan elaboró con precisión su fundamento lógico distinguiendo su vertiente epistémica y su vertiente libidinal. ¿Y qué diferencia podemos encontrar entre la praxis psicoanalítica de lo que no anda y el tratamiento que puede ofrecer, por un lado la ciencia y por otro lado la psicoterapia?.

La ciencia elimina a la verdad singular, desconocida por el sujeto en juego y la reemplaza por causas materiales. Cura por lo real y en esa operación, forcluye al sujeto. Lo singular nunca cuenta en tal perspectiva. Por su parte, toda psicoterapia usa los enunciados y los significados para curar del inconsciente, a condición de que tales verdades se presenten sólo en su aspecto más imaginario y comprensible. Procede, entonces, en el campo del principio del placer, teniendo por límite de su acción aquello mismo que da las coordenadas de sus condiciones de posibilidad.

Tiene por consecuencia inmediata una evidente proliferación del sentido y una rápida adaptación a los ideales terapéuticos. En cuanto al tratamiento de la verdad y lo real, el psicoanálisis se orienta a reducir el sentido imaginario, en el mismo punto en que se interesa por la verdad.

Cura del lenguaje o de la palabra como modo de goce, como goce del sentido, como debilidad mental, por el trabajo con la verdad más singular, cuando el sujeto descubre los significantes que lo determinan, significantes que han perdido su valor social de comunicación para transformarse en lo más propio y exclusivo de esa vida.

Consideramos, con Lacan, que esto permite una relación diferente con la vida y con lo que no anda. El psicoanálisis como experiencia nos permite entrar en una relación distinta con lo posible, que es muy diferente a la queja y al sufrimiento frente a lo que no anda.

 

Por Roberto Bertholet

22 de marzo de 2012

*Psicoanalista. Miembro EOL Sección Rosario y Docente de la Facultad de Psicología UNR. robertobertholet@gmail.com

A propósito del año 2000

Marguerite Duras

No habrá otra cosa que eso, la demanda será tal que no habrá mas que respuestas, todos los textos serán respuestas en resumen. Yo creo que el hombre será literalmente ahogado en la información, en una información constante.

Sobre su cuerpo, sobre su devenir corporal, sobre su salud, sobre su vida familiar, sobre su salario, sobre su tiempo libre. No esta lejos de la pesadilla. No habrá mas personas para leer. Ellos miraran la televisión, habrá de televisores por todos lados, en la cocina, en el baño, en las oficinas, en las calles; Donde estaremos? Mientras miramos la televisión donde estamos? No estamos solos.

No viajaremos mas, no valdrá mas la pena viajar. Cuando uno puede hacer la vuelta al mundo en ocho días o quince días, por qué hacerlo? En el viaje hay el tiempo del viaje. No es ver rápido, es ver y vivir al mismo tiempo. Vivir del viaje; no será mas posible. Todo será taponado. Todo será ocupado.

Quedara el mar por lo menos. Los océanos. Y la lectura. La gente va redescubrir eso. Un hombre un día leerá. Todo recomenzara. Repasaremos de nuevo por la gratuidad. Es decir que las respuestas en ese momento, serán menos escuchadas. Eso comenzara así, por una indisciplina, un riesgo tomado por el hombre para si mismo. Un día él será solo de nuevo con su malestar y su alegría, pero que le vendrán de el mismo.

Quizá que aquellos que se extraigan de ese paso serán los héroes del avenir, es muy posible. Esperemos que habrá aun.

Yo me acuerdo haber leído en un libro; un libro de un autor alemán de entre dos guerras, yo me acuerdo del titulo, El ultimo civil, de Ernst Glaeser, eso, yo había leído eso, que cuando la libertad habrá abandonado el mundo, quedara siempre un hombre para soñarla.

«Yo creo que eso ha comenzado ya».

Traducción al español: Ps.Gustavo Vignoli

Paternidad en la época del consumo

La globalización que se expande por todos los países de occidente, trae aparejado la tendencia a la uniformidad de odas las culturas, y lo que el mercado pretende es conseguir el mayor consumo posible de los objetos que fabrica. Los sujetos de esta época se ven obligados a ubicarse en dos lugares: o los que pueden consumir y cada vez quieren consumir más o los que quedan fuera del sistema de consumo por su restricción económica, los segregados.

Entonces, los que están dentro del sistema del consumismo se encuentran con los objetos del mercado, ya sean el auto más nuevo, el último celular, las vacaciones más lujosas, etc. el deseo de tener cada vez más objetos fabricados y cambiarlos por los más novedosos una vez apagado su brillo, (es decir siempre tener el último modelo de objeto comprable, porque el anterior ya está fuera de moda) distorsiona la brújula de orientación para los jefes de cada familia. Este fenómeno, impacta al sistema familiar.

Encontramos cotidianamente en nuestra práctica con niños las consecuencias del estallido del matrimonio y de la dispersión de la familia. Los efectos de la separación de los padres, la violencia familiar, la precariedad laboral, las exigencias del mercado, las demandas de las escuelas, las familias mono y homo parentales, etc. producen en el padre, la madre o en ambos desconcierto, confusión, hasta sorpresa y desorientación.

Podemos ver y escuchar ese impacto en padres que no se animan a retar y poner normas a sus hijos. Padres que temen frustrarlos si no les compran el último juguete y así crearles un trauma de por vida. Niños caprichosos, déspotas, niños que no encuentran un límite a su cuerpo, porque los adultos no han sabido frenarlos y que por tanto llenan los gabinetes psicopedagógicos de las escuelas con sus síndromes de hiperactividad y déficit atencional, o del otro lado de la moneda del consumo niños que son el desecho del sistema y que fuman pasta base para no sentir el hambre, el miedo y el abandono.

La familia, en la manera en que se pueda armar, es la que permite organizar un orden en la vida de un niño que va más allá de la mera satisfacción de las necesidades básicas. El capitalismo ha borrado el deseo de los padres poniendo a la luz que la ley que manda es una ley de hierro, para todos igual, que hace prevalecer el objeto como objeto de mercado, como objeto de consumo.

En este punto encontramos la angustia de los padres mirando impotentes la demanda exagerada de sus hijos, interpretando esa demanda en una equivalencia entre el no tener y el no ser, que concluye en la adquisición de mas objetos del mercado que lejos de calmar al niño relanza el problema un poco más adelante. El reforzamiento del pedido del niño ocurre por la ausencia de la palabra del Otro que podría poner un límite a ese infinito del pedir cada vez más y más, pacificando y orientando a ese niño.

La presencia de esa palabra del Otro no se trata de hablarles más a los niños, ellos están cansados de escuchar a padres, maestros y adultos que los colman con infinitas explicaciones, argumentaciones, esclarecimientos, quedando su autoridad de adultos más impotente que antes de la explicación. Tampoco se trata de la nostalgia de la familia antigua, ya que desde siempre existe la falla en la función paterna. Sí se trataría de la transmisión que puede hacer un padre de su posición respecto de tomar a una mujer, a su mujer, como causa de su deseo y no perderse él mismo en los objetos brillantes que ofrece la época, por el lado de la madre, también ella consentir a ocupar ese lugar de mujer en el deseo de su pareja.

Carolina Vignoli
Psicóloga Clínica

El fracaso escolar, un síntoma de nuestra época

El fracaso escolar es una patología bastante reciente, aparece a partir de la instauración de la escolaridad obligatoria a fines del siglo XIX, y va tomando relevancia con los cambios laborales de las últimas décadas donde el trabajo se complejidad por la tecnificación y globalización de la vida tanto urbana como rural, por lo tanto tener éxito en la vida escolar traerá aparejado un posible éxito en la futura vida laboral y los excluidos del sistema educativo luego serán los excluidos del sistema laboral y social.

Con el nombre de Fracaso Escolar incluiremos todos los síntomas, síndromes y trastornos que impiden a un niño avanzar en la curricula escolar, el DSM los nombra desde Hiperactividad y déficit atencional, a oposicionismo con la autoridad, trastornos de conducta o problemas de aprendizaje, etc. Es tarea del analista es saber cuál es el malestar alojado en su época, y, en la actualidad, los problemas de aprendizaje, la anorexia, la bulimia, las dicciones, son fenómenos terribles que están vinculados con el empuje al consumo que hacen los medios masivos de comunicación en complicidad con el mercado global, así como el mandato globalizado del éxito.

Los problemas de aprendizaje pueden ser entendidos como la manifestación del malestar de un sujeto singular, niño o adolescente, en una época en la que el poder del dinero y el éxito social son los valores predominantes, pensemos que los ídolos actuales de nuestros niños ya no son la Violeta Parra ni Salvador Allende sino Shakira o Ronaldinho.

Entonces los niños por un lado tienen el ideal del éxito, tener que estudiar para incluirse en el sistema social, el éxito como única manera de insertarse, todos iguales y de la misma manera ingresar al sistema, cada vez más tecnología, cada vez más computadoras, quien no tiene esos conocimientos queda fuera, es un analfabeto. Hay maneras singulares de resistirse al Para todos igual del sistema educativo, también de eso se trata en los problemas de aprendizaje.

Por otro lado una promesa de éxito desde la imagen, ser cantante, modelo o futbolista, así salvarse económicamente y salir de la pobreza, es mejor que el esfuerzo que implica estudiar, y cada día se encuentran con que los universitarios, a quienes tanto les costó estudiar, en vez de ser premiados por su esfuerzo se los castiga en trabajos de muchas horas por muy bajos salario.

El trabajo del analista es alojar a esos niños con problemas de aprendizaje y a sus padres, poner una pausa, un freno una pulsación, para tomarse el tiempo necesario en captar a dónde está alojada la angustia de este niño que es distinta de la de los padres, por lo tanto se trata de ayudarlos a comprender a ellos que el fracaso escolar, al igual que la fiebre, es síntoma de otra infección, y de lo que se trata es de descubrir esa infección y tratarla, no de manera adaptativa casi militar, sino de darle herramientas al niño, hechas a medida y no para todos iguales, para hacer algo nuevo con eso que lo angustia, porque los niños también tienen su propias angustias, miedos y dolores, eso no le pasa sólo a los adultos, la niñez no es un momento idílico en que todo es cuento de hadas, rosado y maravilloso, los niños también sufren y no lo pueden decir de la misma manera que un adulto, ellos lo muestran en sus síntomas.

Carolina Vignoli
Psicóloga Clínica

 

De la Formación de Analista

«Todos esos saberes, no debemos aprenderlos, sino haberlos aprendido. Es una condición previa. Es siempre en pasado, siempre se dice de los clásicos que se los relee, jamás que se los lee. Es una actividad sin primera vez; la formación que vale comienza siempre después. El aprendizaje no es la formación; él la precede; la formación verdadera consiste siempre en saber ignorar lo que se sabe»

Lacan. cf. «Ecrits», p.349

Palabras de Jacques Lacan: sobre el Amor

«Definí la relación sexual como aquello que no cesa de no escribirse. Hay allí imposibilidad. Es, asimismo, que nada puede decirlo: no hay, en el decir, existencia de la relación sexual. (…) La contingencia la encarné en el cesa de no escribirse. Pues no hay allí más que encuentro, encuentro, en la pareja, de los síntomas, de los afectos, de todo cuanto en cada quien marca la huella de su exilio, no como sujeto sino como hablante, de su exilio de la relación sexual. ¿No quiere esto decir que sólo por el afecto que resulta de esta hiancia se encuentra algo, que puede variar infinitamente en cuanto al nivel del saber, pero que por un instante, da la ilusión de que la relación sexual cesa de no escribirse? (…)

El desplazamiento de la negación, del cesa de no escribirse al no cesa de escribirse, de contingencia a necesidad, éste es el punto de suspensión del que se ata todo amor. Todo amor, por no subsistir sino con el cesa de no escribirse (contingencia), tiende a desplazar la negación al cesa de no escribirse, no cesa, no cesará. Tal el sustituto que -por vía de la existencia del inconsciente, y no de la relación sexual, que son distintas- hace el destino y también el drama del amor.»

 

*Jacques Lacan, El Seminario, libro 20, Aun, Clase 11 del 26 de junio de 1973, Paidós, Buenos Aires, 1992, pág. 174-
175.